La elección de un buen calzado es esencial para el mantenimiento diario de nuestros pies, pilares fundamentales de nuestro movimiento. Además de considerar la estética del mismo, es básico tener en cuenta su calidad y funcionalidad, prestando atención a ciertas características que nos ayudarán a proteger la salud de nuestros pies.
Cada persona tiene un pie y una manera de caminar diferente, por ello no todo el mundo está igual de cómodo con un mismo calzado, y siempre es recomendable tener revisiones puntuales con el profesional de Podología que analizará la biomecánica del pie y nos recomendará el calzado más apropiado en cada circunstancia. No obstante, en general podemos hablar de las siguientes pautas en cuanto a las características que debería cumplir un calzado para el bienestar de nuestros pies:
Deben ser de la talla correcta y los materiales adecuados
Una de las cuestiones más importantes en la elección del calzado, además de las cualidades del propio zapato, es cómo este se adapta a nuestro pie, es decir, cómo nos queda. Para ello, lo principal es saber elegir la talla correcta, de tal modo que, la forma y las dimensiones se ajusten correctamente.
A la hora de comprar unos zapatos es recomendable tener presente hacerlo al final del día, pues nos permitirá hacernos una idea de cómo nos sentará el calzado en el momento en el que nuestros pies estén más hinchados y agotados. Así, aseguraremos que igualmente los zapatos nos resultarán cómodos y tendrán el tamaño correcto. Además, a la hora de probarlos, también es importante hacerlo en ambos pies, y con unos calcetines de grosor medio, como los que solamos usar con normalidad, debiendo considerar también de estos que sean de materiales naturales, evitando las fibras sintéticas, y con el menor número posible de costuras.
En este sentido, deberemos comprobar también características concretas del zapato, empezando por su interior, deberemos buscar de nuevo, al igual que con los calcetines, que esté fabricado con materiales naturales, y que no tenga costuras que puedan molestar o causar roces. Lo ideal es encontrar unos zapatos con el tamaño perfecto, ni demasiado justo para evitar roces o dedos engarrados, ni demasiado holgado, pues podrán aportar un grado de inestabilidad en la marcha. Un buen calzado debe asegurar tanto el confort térmico, relacionado con el frío y el calor, el sudor, etc. Protegiéndonos del impacto exterior, como el confort mecánico, que nos asegure la sensación de comodidad con el zapato.
La estructura y el diseño también importan
La forma en la que el calzado interviene, influye, y se adapta a la hora de andar, dependerá de las características y propiedades de todos sus elementos a nivel de diseño. Debemos considerar que, cuando andamos, nuestro pie está cumpliendo unas determinadas funciones que es imprescindible que los zapatos respeten y apoyen. De esta forma, además de adaptarse a la forma del pie, debe adaptarse a los movimientos fisiológicos del mismo, sin entorpecerlos, y favoreciendo una marcha estable, sin esfuerzos.
Es fundamental que la estructura del zapato sea adecuada y funcional, por lo que el zapato debe tener ciertas características, como ser lo más ligero posible, o contar con una buena flexibilidad, para lo que se recomienda valorar la elasticidad de la puntera. También es importante un correcto apoyo en el talón y la zona metatarsal. Además, para estabilizar el pie es beneficioso que el zapato presente contrafuertes.
Para disminuir las cargas derivadas del contacto del pie con el suelo, se debe considerar tanto la capacidad de amortiguación del calzado para reducir los impactos del pie al caminar, como las características de rozamiento entre el calzado y la superficie de apoyo, siendo positivo que la puntera se despegue del suelo entre 1-1,5 cm. En el caso de calzados poco flexibles, como plataformas, zuecos, etc. (calzados que deben evitarse en la mayor medida), cuanta más elevación de la puntera respecto al suelo, más se mejorará el comportamiento del calzado y se evitarán tropiezos.
Tanto la amortiguación de los impactos como la estabilidad lateral del paso dependen también directamente de la parte trasera del calzado. Se trata de factores muy importantes para el confort, y además, en el caso concreto de las mujeres, si usan tacón, deben prestarle atención para evitar caídas y lesiones de tobillo. Para proporcionar una base estable al talón, la parte en contacto con el suelo debería ser igual de ancha que la parte delantera. Con los zapatos puestos, es recomendable observar que el peso del cuerpo se encontrará en la parte del talón, y que el tacón no tenderá hacia la parte delantera pues podría causar inestabilidad. Por otro lado, si el tacón está abierto por detrás, será mucho más inestable, y sobre todo, poco recomendable para personas de mayor edad o con biomecánicas menos estables. En este sentido, es conveniente que, aquellos zapatos que son abiertos por detrás, tengan en la plantilla o en la suela una forma abombada diseñada para cobijar el talón.
Características de la suela y la plantilla
Muchas de las prestaciones del propio zapato dependen de la suela. Esta zona, en directo contacto con el suelo, está encargada de varias funciones. En este sentido, es esencial prestar atención al agarre que tendrá con el suelo, atendiendo a su dibujo, principalmente para evitar resbalones.
Los zapatos deben proporcionar suficiente agarre como para permitir avanzar de forma eficaz tanto en suelo seco como en mojado, y en superficies urbanas, generalmente lisas y que, a veces, presentan características que disminuyen la sujeción. Por ello, se recomienda que la suela sea antideslizante.
En lo que a la plantilla del zapato respecta, debemos tener en cuenta que será la encargada de proporcionarnos gran parte del confort, tanto térmico como mecánico, determinando las presiones que aparecerán en la planta del pie. En este aspecto, es importante tener en cuenta tanto la geometría como el material con el que está fabricada, siendo preferible que sean blandos, especialmente en la parte delantera.
En el caso de que la suela del zapato no fuera demasiado gruesa, se recomienda especialmente un buen grosor de la plantilla. En algunos casos, cuando hay alguna dolencia o bien por las características biomecánicas del pie o de la marcha será necesario el uso de plantillas podológicas; en este caso la plantilla podológica sustituiría a la plantilla del zapato o bien actuaría de manera complementaria, por lo que debemos asegurarnos de que el calzado cuente con un volumen interior suficiente para la buena dinámica de nuestros pies.
El acabado del calzado
Dependiendo de la época del año y el lugar geográfico donde estemos (por el calor, la humedad, etc.), deberemos tener en cuenta unas u otras consideraciones para asegurar que la temperatura y condiciones dentro del zapato serán las adecuadas. No obstante, este aspecto también depende de ciertas características personales, por lo que lo mejor será pedir consejo al profesional de podología y asegurarnos de que los materiales con los que está fabricado el forro son adecuados para la situación concreta.
En último lugar, es recomendable prestar atención al acabado del calzado, pues es muy importante que, las costuras estén bien rematadas, cuente con refuerzos en la puntera, y tenga un método adecuado de agarre.
Además de todas estas cuestiones, debemos considerar que cada etapa de la vida necesitará de unos cuidados concretos, pues por ejemplo, niños y ancianos necesitan de atenciones más exhaustas. Por ello, lo ideal será siempre acudir a la consulta de Podología, donde se llevará a cabo un análisis personalizado, y se elaborará una recomendación individualizada para cada caso concreto.
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