Raqueta en mano y en el fondo de una piscina vacía enmoquetada se recuerda a sí misma entrenando en Belgrado, su ciudad natal. Ana Ivanovic supo que quería dedicarse a esto mientras veía un partido de Monica Seles en la televisión. En ese momento insistió a sus padres para apuntarse a una escuela de tenis, y menos mal que lo hicieron, sino el mundo se habría perdido una campeona como ella.
Es un hecho que es una luchadora, su formación como tenista en Belgrado fue muy limitada, pero esto no fue un impedimento para alcanzar su sueño. La mayor complicación que tuvo a lo largo de su periodo de formación fue el estallido de la guerra de Kosovo, lo que hacía que en algunas ocasiones entrenar fuera peligroso, ¿eso hizo que se rindiera? Rotundamente no.
Destila talento natural y eso no pasó inadvertido entre los buscadores de talentos y patrocinadores, lo que le llevó a convertirse en profesional en el año 2003. Desde entonces su carrera solo ha ido hacia arriba, pero Ana es mucho más que una tenista. También es Embajadora Nacional de UNICEF para Serbia y de la Fundación Quercus Biasi, encargada de ayudar a los niños en pobreza extrema. Además cultiva su cuerpo y su mente, estudió finanzas y es toda una amante del arte moderno. ¡Vaya currículum!
Y como es una mujer guapísima, en más de una ocasión se le ha planteado que se olvide de la raqueta y sea modelo. Pero esa no es su meta, y aunque ha posado y ha sido portada de varias revistas, ella siempre lo ha dejado muy claro: "La gente me conoce por cómo juego, no por ser guapa. Nunca elegiría una sesión fotográfica antes que un entrenamiento. El tenis es mi prioridad y siempre lo será. Me gusta, lo disfruto. Soy joven, me gusta viajar... ¡Quiero aprovechar todas las oportunidades! Nunca preferiría ser modelo a tenista".
A nosotros nos encanta y nos parece todo un ejemplo a seguir, es luchadora, perseverante y todo esto ha hecho posible que esté en el top-ten de las mejores tenistas. ¡Nos rendimos ante ella!
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