Mucho se advierte sobre los peligros del sedentarismo, y uno de ellos es el déficit de vitamina D. Una vitamina que cumple funciones básicas, entre las que cabe destacar un correcto funcionamiento de los genes que intervienen en procesos como la absorción de calcio y minerales en los huesos. Esto significa que, a menor actividad, y menor cantidad de vitamina D en el organismo, la posibilidad de sufrir problemas óseos, aumenta.
El entorno laboral es el causante en muchas ocasiones de este sedentarismo, ya que nos obliga a pasar muchas horas inmóviles. Y esto es algo que la mayoría de veces, a no ser que cambiemos de trabajo, no podemos controlar. Entonces, ¿Hay algo que podamos hacer para evitar el déficit de Vitamina D si tenemos un trabajo que nos obliga a llevar una vida sedentaria?
Factores de riesgo
Aunque se pueden tomar medidas para evitar el sedentarismo, hay que tener en cuenta que éste no es el único factor de riesgo que puede conducir a una carencia de los niveles adecuados de vitamina D. Con la edad la absorción de esta vitamina también se hace menos eficiente. También una piel hiperpigmentada, la obesidad, o no exponerse al sol durante largos periodos de tiempo pueden contribuir a que este problema se desarrolle.
La falta de vitamina D, además, puede tener implicaciones más allá de la salud ósea. Según diversos estudios, algunos tipos de cáncer, enfermedades inflamatorias del intestino, esclerosis múltiple, diabetes tipo 1 o artritis reumatoide son enfermedades que pueden desarrollarse a raíz de la falta de niveles adecuados de esta vitamina en el cuerpo. Esta carencia también tiene impacto en el sistema nervioso central, el endocrino, y el sistema inmune, haciéndolos menos eficientes.
Cómo prevenir el déficit de esta vitamina
Evidentemente, aumentar el nivel de actividad física ya es una forma eficaz de lograr que nuestros niveles de vitamina D se normalicen, pero hay otras formas de lograrlo. Una muy sencilla y eficaz es exponerse al sol al menos 30 minutos al día, algo que puede hacerse simplemente paseando, con lo que matas dos pájaros de un tiro.
Pero además es importante que tu dieta contenga alimentos ricos en esta vitamina. Entre estos podrían citarse algunos como los pescados grasos, los huevos, el queso, o la leche. Estos dos últimos se comercializan también enriquecidos con vitamina D, por lo que no es una mala idea añadirlos a tu cesta de la compra. Y en el caso de que por tus costumbres alimenticias te resulte difícil consumir la cantidad adecuada, siempre queda la opción de que visites a un doctor para que diseñe las pautas de suplementación que vayan acordes a tu edad y características físicas.
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