Todos nos imaginamos alguna vez haciendo algo que nos haga sentir que merece la pena estar vivo. La montaña siempre ofrece esa adrenalina, en cada ondulación hay una expectativa de lo que viene, de cómo sigue el camino. La montaña nos enfrenta con nuestra fortaleza y con nuestros miedos. Esta es una historia de reyes que dominan el territorio más complicado: su propia alma. Cuatro corredores que enfrentaron el desafío de la UTMB (Ultra Trail Mont Blanc) en Chamonix, Francia.
La persecución de un sueño
Cuatro corredores argentinos se animaron al gran desafío de correr 100 y 170 km en el Mont Blanc, que con 4800 mts es el pico más alto de los Alpes. El desafío era correr la UTMB (Ultra Trail Mont Blanc) y la CCC (Chamonix, Champex, Courmayeur), dos carreras emblemáticas dentro del mundo del Trail Running. Fueron 7500 corredores en total que se movilizaron junto a amigos y familiares hasta Chamonix en Francia para participar de esta gran fiesta. Una enorme celebración de cinco carreras diferentes durante una semana alrededor de la imponente presencia del Cerro Blanco y su manto de nieve glaciar, una enorme celebración que unió tres países para su organización (Francia, Suiza e Italia), y donde personas de 87 naciones estuvieron presentes. 2000 voluntarios, 34 médicos y 65 enfermeros, 340.000 euros recolectados para donar a organizaciones solidarias. Números gigantes para un evento que ya tiene 16 años de vida.
A esto se enfrentaban Javier, Alejandro, Federico y Esteban cuando decidieron participar en la carrera. Para poder ser parte de la UTMB tuvieron que juntar 15 puntos en carreras anteriores en las cuales corrieran más de 60 kilómetros con desnivel para tener la posibilidad de inscribirse. Fueron dos años de esfuerzo viajando para participar en carreras de Trail y poder terminarlas, entrenando en su ciudad natal que está a nivel del mar. Cuando tuvieron los puntajes fueron a sorteo. Un día recibieron la gran noticia: estaban dentro de la carrera. Los cuatro irían juntos hasta Francia para finalmente dar el gran paso. Ya la sola idea los emocionó y los movilizó para entrenar con más ganas.
Esteban viajó a Chamonix con su esposa y con su hijo de tres años, Benjamín, el pequeño príncipe de esta historia. Javier, Federico y Alejandro fueron acompañados por dos grandes amigas. Cuando yo llego a Chamonix, me encuentro con el grupo completo. Están los cuatro corredores sentados en la mesa de un apartamento alquilado mirando cada uno su recorrido, como en una reunión de planificación. Sus miradas y sus gestos exagerados, sus risas, su imposibilidad de quedarse quietos demuestran la felicidad que sienten de estar allí. Javier responde con una sonrisa enorme cuando le pregunto cómo se siente. Es un hombre callado pero no se precisan las palabras, sus ojos me dicen todo lo que tengo que saber. Llegó después de tanto esfuerzo a estar acá, en Chamonix a punto de correr la gran carrera de Trail del mundo. A Javier se le escaparon estas palabras: ¨ Vivo los deportes con mucha emoción porque soy consciente de todo lo que me brindan¨.
Alejandro, como siempre, responde con un chiste. Señala la ventana que nos regala al Mont Blanc, un paisaje de revista y dice: ¨¡¿Cómo querés que me sienta!? ¡Mira la vista horrible que nos tocó!¨, siguiente paso es sonreír como un niño y que se le formen arrugas al costado de sus ojos. Alejandro es el anti-runner. No hace entrenamientos muy duros, no va al gimnasio sino que juega al fútbol, no tiene ropa ni accesorios técnicos, no consume geles, ni se compra zapatillas cada seis meses. Pero cuando le pregunto qué es lo que hace mientras corre, él hace un gesto de no saber qué contestar y sólo dice: ¨Voy poco a poco, solo me propongo llegar al siguiente puesto, me concentro en el momento y me pongo de novio con algún otro corredor que hable castellano y vamos hablando de la vida¨. Este dominio de su ansiedad es lo que lo define como corredor y lo que le ha permitido terminar muchas carreras de 100 kilómetros.
Tienen en sus manos un gráfico de las pendientes a lo largo de la carrera. Federico y Alejandro tienen 100km por delante de la CCC y hasta 26 horas para hacerla. Estas carreras internacionales tienen puntos de corte. Ale estima 24 y se ríe de eso. Calcula que si al primer puesto puede llegar después de dos horas de empezar, él va a llegar en una hora y 59 minutos y así con el resto de los puestos. Por otro lado Javi y Esteban van a animarse a la UTMB con 170 km de camino y un cálculo de entre 35 y 40 horas. No importa tanto. Los números son parte de la anécdota.
Como parte del juego, miran su recorrido una y otra vez y hacen cálculos de donde les conviene consumir un gel o donde van a tener agua y comida. Se dan consejos, se animan entre sí y se hacen chistes. Esteban lo mira a Javier y llama la atención sobre lo que cambió como runner desde el año 2006. Le toca el hombro como empujándolo con cariño y le dice: ¨¿Quién te hubiera visto comprando vasos de marca Salomon a diez euros?¨. Javier sonríe pícaro y se trata de explicar diciendo que era el más económico, que por eso lo había comprado. Todo el grupo se ríe. Los cuatro son corredores amateur, y como tal fueron de a poco adquiriendo accesorios ya que en Argentina todo cuesta mucho dinero y no es tan sencillo acceder a ciertos productos. Por ejemplo, un par de zapatillas de running están el doble de lo que le puede costar a un europeo. Correr no es una actividad económica, principalmente cuando se quiere dedicar al Trail Running que demanda un equipo más técnico.
La preparación previa
Federico se prueba la mochila ya preparada con la lista de cosas que deben llevar: un pantalón largo, camiseta térmica, manta térmica, linterna minera y pilas de repuesto, celular con señal, pasaporte. Se la saca y se la vuelve a poner. Incluye dos botellas con agua y salta en el lugar para sentir el peso. Está contento como con juguete nuevo. Luego, saca su número de corredor y se lo prueba en la camiseta. Se siente orgulloso de haber llegado allí y aun no corrió.
Para irse a registrar a la carrera y buscar su kit y número Esteban tiene que llevar todos los elementos de la lista de obligados. Prepara la mochila tal cual va a correr y sale con su mujer y su hijo Benjamín que lo acompañaron a esta aventura. Cuando un corredor se pone uno de estos objetivos, no sólo es un esfuerzo personal sino de la familia entera. Son horas en casa dedicadas al entrenamiento y no a estar compartiendo con la familia, son fines de semana de viaje para correr en distintos puntos del país, son miles de pesos invertidos en esta pasión.
La tarde de descanso anterior al comienzo de su carrera, Javier, sentado a la mesa mirando el monte por la ventana me cuenta ¨desde chico sentí una inclinación natural hacia los deportes, con el tiempo y casi sin darme cuenta me convertí en deportista amateur. Creo que el cuerpo en movimiento por sus propios medios es la forma ideal de recorrer paisajes y ser parte activa de la naturaleza¨.
Tal vez en esta frase sencilla está la respuesta a la pregunta que tantos se hacen: ¿Por qué? ¿Por qué correr? ¿Por qué tener que hacer tremendo esfuerzo? ¿Por qué viajar 14.000km para participar en una carrera? Estando en Chamonix pude conversar con un corredor de Singapur, del otro lado del mundo, con una cultura muy diferente en tantos aspectos a la de los corredores argentinos. Pero, llamativamente, a él también le hacen esas preguntas. Sus amigos lo tratan de loco, desquiciado, un sinsentido. Y finalmente de eso se trata. Correr por correr, correr para acordarse de que se está vivo, correr para encarnarse con la naturaleza, ser parte.
Esa noche, anterior a la salida de las carreras, ponen la mesa temprano para sentarse a comer. Todos ayudan a acomodar los platos y vasos. Parece que va a ser una gran cena, y lo es. En el menú sólo pasta con algo de queso. En las caras, pura expectativa y alegría por lo que se viene.
Comienza la carrera...
Al otro día, Chamonix entero madruga para ver la salida de la carrera CCC. Los corredores se levantan a las seis de la mañana a tomar su desayuno. A las 7:30 salen los buses hacia Courmayeur del lado italiano desde donde Alejandro, con la camiseta Argentina puesta para correr, y Federico salen a hacer sus 100km de Mont Blanc. Se espera un día de muchísimo calor, lo que puede hacer el desafío aún más duro. Faltan sólo 10 segundos para la largada y el público sostiene sus celulares y cámaras con los brazos en alto con la esperanza de poder tener registro del rostro de alegría de quienes vinieron a acompañar. Un niño tiene una bandera de Japón en alto. Los anuncios se dicen en tres idiomas. Se escuchan personas tratando de entenderse en diferentes lenguas. Es realmente un evento internacional. 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, y largan finalmente.
A la tarde Esteban y Javier salen del departamento. Desde el balcón Benjamín saluda con la mano a su papá y le sonríe. Javier lo abraza a Esteban por el hombro y así caminan juntos hacia la largada. Se alistan con el resto de los corredores en la largada de la UTMB. Llega el momento, suena un estruendo y salen. Los primeros del pelotón van saludando al público. Dentro de los 2600 valientes, están Javier y Esteban ya concentrados en su camino. Su mente y espíritu puestos en la carrera. El resto ya no importa. Estiman aproximadamente 40 horas para correr, 9 picos, 9500 metros de subidas acumuladas, dos noches sin dormir.
Al atardecer me dediqué a observar el Cerro señorial de 4800mts y pude dimensionar a lo que los corredores venidos de una tierra llana se estaban enfrentando. Terminar 100 y 170 km de montaña, de esa montaña, es la real conquista de cada una de sus almas. Eso tal vez buscó Shakelton cuando se embarcó hacia la Antártida, Da Cunha en el Amazonas o encontró Alvar Nuñez Cabeza de Vaca cuando vio la inmensidad de las Cataratas del Iguazú por primera vez. Eran más que simples conquistadores, su real tesoro estaba en el interior. Ellos, en algún punto, también estaban jugando a correr por correr.
La llegada a la meta
El primero en llegar de los cuatro es Federico que levanta los brazos y cruza la meta mirando hacia el cielo. Dice que fue la carrera más dura de su vida y agradece haber abandonado la última carrera en Chile antes de venir a Francia, ya que con esos puntos de más le hubieran permitido anotarse en los 170 km! Después de una media hora se corrige y comenta que sabe que el mayor poder lo tiene la mente. Si hubiera estado mentalizado a correr el doble de kilómetros el cuerpo seguro se hubiera adaptado. ¨El cuerpo se acomoda, somos flexibles si se tiene un entrenamiento adecuado¨, comenta, ¨pero finalmente es la mente la que pone las reglas en el juego¨.
Cuando llega al departamento se comunica con su familia y recibe cantidad de mensajes de felicitaciones. Luego se levanta y rengueando hasta el baño dice ¨Voy a tratar de bañarme¨, enfatizando el verbo tratar. El nuevo desafío es recuperarse.
Más tarde Federico y las dos amigas, como soldados en guardia, esperan la llegada de Alejandro que se reconoce a distancia por la camiseta de Argentina. Cuando cruza la meta, está agotado y agarrotado, pero contento de haberlo logrado. El porcentaje de abandonos es alto, de 1900 corredores 742 decidieron dejar la carrera en algún punto del camino. Como siempre después de estos desafíos tan extremos los corredores sienten que no quieren más de estas experiencias, pero siempre se pasa cuando después de un tiempo algún amigo lo entusiasma con un nuevo recorrido.
Esa noche sólo podemos pensar en Javier y Esteban que siguen su camino, ya es su segunda noche de correr casi sin parar.
Al otro día los vamos a esperar a los dos corredores que faltan. Esteban pasa la línea de llegada con Benjamín en sus brazos y su esposa a su lado. Javier llega unas horas más tarde llorando y saltando con los palos de trekking arriba como queriendo alcanzar algo en el cielo. Creo que lo alcanzó y creo también que es consciente de ello. Terminó la UTMB, no abandonó, pudo ir más allá de sus miedos y de sus límites.
Un sueño más cumplido
La carrera superó las expectativas de los corredores. Federico dice que fue increíble que sucediera eso ya que al venir con tantas ilusiones de que esta va a ser la carrera de tu vida es difícil ir más allá. Ahora es tiempo de descansar, ya que se los ve consumidos y más débiles. Se hacen comentarios de las ampollas y de los dolores, pero la satisfacción que sienten supera cualquier molestia pasajera. Comen despacio para que no les caiga mal la comida después de dos días de gastar el cuerpo. Revisan la carrera y cuentan de los encuentros con otros corredores. Alejandro corrió gran parte del camino con un cordobés y cuando llegaron a la meta se abrazaron como si fueran amigos de toda la vida. Es en estas situaciones extremas que uno pierde el miedo a demostrar sentimientos y se priorizan los lazos y el contacto con otros.
Llega el final de la fiesta. Esteban se va con su familia y Federico para Italia en un auto. Alejandro y Javier viajan en otro auto hacia el lado contrario. Se despiden y prometen juntarse en Argentina a comer y ver las fotos del viaje. Nadie abandonó, ni los corredores ni los acompañantes que prepararon las comidas y se levantaron a las 4 o 5 de la mañana para verlos llegar.
En las calles de Chamonix ya no hay gritos de aliento y alegría en todas las esquinas. El arco de llegada y el escenario se desarmar durante la mañana y se barren las últimas lágrimas de alegría que dejaron los corredores al llegar a la meta. Chamonix vuelve a la normalidad y los corredores también pero con una sensación de haber crecido, de ser reyes, de haber sido una vez más fieles a sí mismos.
Artículo elaborado en colaboración con Regina Candel Martínez, autora del blog Uniendo Caminos
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