Cuando las hormonas están en nuestra contra
La llegada de la menopausia siempre se asocia con el miedo a coger unos kilos de más. Debido a los cambios hormonales el cuerpo es menos tolerante a los desequilibrios alimenticios. Los estrógenos juegan un papel clave en la distribución de la grasa corporal, y su disminución durante la menopausia puede hacer que la grasa se acumule en la zona abdominal en lugar de en las caderas y muslos. Además, a medida que envejecemos, el metabolismo basal tiende a ralentizarse. Esto significa que el cuerpo quema menos calorías en reposo que cuando era más joven. Si no ajustamos los hábitos alimenticios y de ejercicio para compensar este cambio, es más probable que se experimente un aumento de peso.
Es por esto que a partir de los 50 o 60 años es especialmente importante poner ateción en lo que comemos; no es necesario recurrir a dietas drásticas, si no mantener un equilibrio alimenticio en el que consigamos mantenernos en el peso deseado y sin sacrificar la salud a largo plazo. Para intentar evitar malas sorpresas tomemos nota de los consejos de una dietista para evitar este problema.
Sin milagros
Llegadas a una edad, lo que debemos hacer para mantenernos en nuestro peso es satisfacer nuestras necesidades nutricionales sin consumir demasiadas calorías. Para conseguirlo lo mejor es aumentar el consumo de verduras, que además son una gran fuente de vitaminas, minerales y fibra.
Otro punto indispensable es evitar todos los alimentos accesorios que únicamente aportan calorías de mala calidad y aditivos. La dietista Véronique Liesse aconseja evitar los alimentos precocinados y prestar atención al marketing, ya que nos dejamos engañar por las bondades de productos que en realidad no lo son tanto. Hay que tener cuidado con los alimentos light, los enriquecidos o aquellos que nos quieren hacer creer que estamos comiendo algo sano, como unas chips de lentejas o un yogur de frutas 0% MG. Desde el punto de vista nutricional, las chips no tienen nada que ver con las lentejas reales y el yogur estará lleno de edulcorantes, aromas y espesantes que son de todo menos sanos.
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También hay que prestar atención a los pequeños caprichos que hemos incorporado a nuestra rutina a lo largo de los años, como picar entre horas cosas como queso, galletitas saladas, embutidos, bollería o el pequeño chocolate que ponemos para acompañar el café.
Según Valérie Espinasse “lo mismo ocurre con el alcohol, tomar uno o dos vasos de vino al día puede parecer poco, pero no son buenos ni para la salud ni para la línea ya que es rico en azúcares y calorías vacías”. Parece que limitando estos pequeños detalles lograremos grandes diferencias al intentar abrocharnos el cinturón.
Comer más lentamente, disfrutando del momento y masticando bien los alimentos es otro de los trucos, ya que conseguimos aumentar el gasto energético mientras disfrutamos de los sabores y ayudamos a una mejor digestión. Tampoco es necesario terminar todo lo que hay en el plato si no tenemos apetito, igual que no es imprescindible terminar con el yogur o el postre si ya nos sentimos saciadas.