Este estudio, que aún no ha sido revisado por expertos pero cuyos hallazgos están disponibles en el servidor de preimpresión bioRxiv, ha seguido de cerca a un grupo de 30 mujeres a lo largo de sus ciclos menstruales. El objetivo: documentar minuciosamente los cambios estructurales que ocurren en el cerebro a medida que varían los perfiles hormonales.
Los resultados obtenidos sugieren que los cambios en la estructura cerebral durante la menstruación pueden no limitarse únicamente a las áreas tradicionalmente asociadas con el ciclo menstrual. Los investigadores señalan que estos resultados son pioneros al informar de cambios simultáneos en todo el cerebro, tanto en la microestructura de la materia blanca como en el grosor cortical, en concordancia con los ritmos hormonales impulsados por el ciclo menstrual. Además, destacan que los impactos de la interacción entre el cerebro y las hormonas pueden ser mucho más extensos de lo que se creía.
Aquellas que menstrúan experimentarán aproximadamente 450 ciclos menstruales en su vida, lo que hace que entender los efectos que estos tienen en el cuerpo sea esencial. A pesar de esto, la investigación en este campo ha sido limitada y un tanto misteriosa, a pesar de que afecta a la mitad de la población mundial durante una gran parte de sus vidas.
Hasta ahora, la mayoría de las investigaciones sobre el efecto hormonal en el cerebro se han centrado en la comunicación cerebral durante tareas cognitivas, más que en las propias estructuras cerebrales. Los científicos han señalado que las fluctuaciones hormonales cíclicas tienen poderosos efectos en el comportamiento, la estructura y el funcionamiento del sistema nervioso central de los mamíferos, pero se sabe relativamente poco acerca de cómo estas fluctuaciones afectan la estructura cerebral y las redes de información del cerebro humano.
Se ha observado que la microestructura de la materia blanca, que consiste en una red de fibras neuronales que transmiten información entre regiones de la materia gris, cambia en respuesta a las variaciones hormonales, incluyendo la pubertad, el uso de anticonceptivos orales, la terapia hormonal de afirmación de género y la terapia con estrógenos posmenopáusicos.
Para abordar este vacío en la investigación, el equipo de científicos llevó a cabo resonancias magnéticas en sus participantes en tres fases menstruales distintas: menstruación, ovulación y mitad lútea. Simultáneamente, se midieron los niveles hormonales de las participantes.
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Los resultados revelaron que, a medida que las hormonas experimentaban fluctuaciones, los volúmenes de materia gris y blanca también cambiaban, al igual que el volumen de líquido cefalorraquídeo. De manera específica, justo antes de la ovulación, cuando los niveles de las hormonas 17β-estradiol y la hormona luteinizante aumentaban, se observaron cambios en la materia blanca que sugerían una transferencia de información más rápida. La hormona estimulante del folículo, que se eleva antes de la ovulación, se asoció con una mayor densidad de materia gris. Por otro lado, la progesterona, que aumenta después de la ovulación, se vinculó a un aumento en tejido y una disminución del volumen de líquido cefalorraquídeo.
Aunque aún no se comprenden por completo las implicaciones de estos cambios estructurales en el cerebro, la investigación sienta las bases para futuros estudios que podrían ayudarnos a comprender mejor las posibles conexiones entre estas variaciones cerebrales y problemas de salud mental relacionados con el ciclo menstrual. Los investigadores subrayan la necesidad de explorar a fondo las relaciones entre el cerebro y las hormonas a lo largo de la vida para comprender plenamente el funcionamiento del sistema nervioso humano.