Seguro que has escuchado antes este término pero, ¿qué es la flora intestinal? Se trata un conjunto de microorganismos, en los que se incluyen microbios o levaduras, que se localizan en el interior del cuerpo humano y cuya función es protegerlo. La flora intestinal está repartida por todo el aparato digestivo, aunque es en el colon donde se encuentra una mayor cantidad. ¿Sabías que cada uno de nosotros podemos tener hasta 100.000 billones de microorganismos dentro de nuestro cuerpo? Y la mayoría de ellos habitan en el tracto digestivo.
Cuando nacemos lo hacemos sin flora intestinal, pero esta se va creando a medida que crecemos y tomamos alimentos. Se considera que a los dos años de edad la flora intestinal es prácticamente definitiva y actúa en nuestro organismo de tres maneras diferentes: nutriéndolo, protegiéndolo y ayudando a su desarrollo.
¿Cómo es el proceso de digestión?
El proceso de digestión comienza en la boca con la masticación de los alimentos, los cuales se mezclan con la saliva y provocan el comienzo del proceso digestivo. La comida se dirige primero al esófago y de ahí al estómago, donde se descompone con los jugos gástricos. La mayor parte de los nutrientes se absorben en el intestino delgado, de donde lo restante pasa al intestino grueso. Una vez en el intestino grueso, se absorbe el agua y lo que sobra es expulsado del organismo. El proceso puede tardar entre 24 y 48 horas en completarse. Independientemente de las veces que comamos al día, el estómago está funcionando en paralelo en alguna de las diferentes fases mencionadas.
Prevenir desequilibrios de la flora intestinal
Las pequeñas alteraciones del equilibrio pueden provocar síntomas molestos como estreñimiento, pesadez intestinal, hinchazón y exceso de gases. Para evitar estos contratiempos te damos varios consejos:
- Come despacio y mastica bien: tu estómago te lo agradecerá, pues facilitarás la digestión.
- ¡Bebe (mucha) agua! Es recomendable consumir como mínimo un litro y medio al día. Este agua puede proceder también de alimentos como frutas o verduras, sopas, caldos, infusiones...
- Intenta mantener un horario: tanto para las comidas como para ir al baño, procura hacerlo siempre a la misma hora y sin prisas.
- Evita ciertos alimentos: limita en tu dieta las bebidas con gas, los alimentos que producen gases (col, habas, lentejas, guisantes, puerros...), los que tengan alto contenido en grasas o resulten nocivos (pasteles, bollería industrial, alcohol, alimentos procesados...) y las fibras laxantes.
- Evita las comidas copiosas, es mejor que hagas comidas más frecuentes y menos abundantes.
- Haz una dieta baja en grasas y rica en proteínas.
- Procura llevar una vida saludable: haz ejercicio a menudo, aunque sea salir a caminar durante media hora, pues te ayudará a estar en forma y favorecerá tu salud cardiovascular.
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