El estrés es uno de los problemas más comunes en nuestra sociedad, y la forma de abordarlo es diferente en cada persona. Lamentablemente, no todo el mundo lo hace de la forma adecuada, y hay quien se refugia en la comida para tratar de mitigar sus efectos. Esto da lugar a lo que se llaman Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), que si bien pueden afectar a cualquiera, son especialmente prevalentes en el caso de la mujer. Del casi medio millón de personas que en España padecen este trastorno, el 90 por ciento son mujeres.
Recurrir siempre a la comida como respuesta a determinadas emociones es problemático ya que condiciona nuestra alimentación. Por eso vamos a conocer algo más sobre el hambre emocional y cómo gestionarla.
Hambre emocional: qué es
Lo que entendemos como hambre emocional es el deseo de comer con objeto de afrontar una determinada emoción que se experimenta. Esta emoción no necesariamente ha de ser el estrés, puede ser incluso el aburrimiento, y de hecho es muy frecuente encontrar personas poco activas que tratan de encontrar en la comida ese aliciente que falta en sus vidas.
El problema del hambre emocional es cuando se convierte en el único modo de hacer frente a esa emoción concreta que se experimenta. Es decir, comer como consecuencia de una emoción no es intrínsecamente preocupante, pero sí lo es cuando, cada vez que se experimenta dicha emoción, se utiliza la comida como única forma de respuesta.
La forma adecuada de gestionarla
En primer lugar hay que tomar conciencia de qué emoción es la que se vincula con esta conducta, es decir, no hay que preocuparse tanto por la comida como por el desencadenante. Pero además hay que dejar de etiquetar los alimentos como buenos o malos, y entender que el deseo de comer es algo más complejo que la pura necesidad fisiológica de alimento.
Comer también tiene un componente de placer y hay que entender que esa puede ser una razón válida en ocasiones. La clave, pues, para la gestión del hambre emocional es tomar conciencia de si estamos comiendo como reacción a una forma de sentirnos en determinado momento o simplemente porque queremos disfrutar de este placer.
Por lo tanto, no hay que demonizar los antojos, porque son algo completamente normal, ya que la comida es fuente de sensaciones placenteras, pero tampoco hay que dejarse llevar por ellos de forma automática ante situaciones emocionales concretas.
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