Las nuevas especialistas en Emoalimentación como Cristina Carasusan nos hacen reflexionar intentando descubrir qué emociones se esconden tras años de hábitos ligados a ellas. Nos hacen darnos cuenta que desde pequeños el consuelo que se nos ofrece tiene que ver con comer, porque si hacemos memoria lo primero que solemos hacer cuando un bebé llora es darle el pecho, el biberón o el chupete. Y que con ello les llega el disfrute, el placer y la calma. ¿es eso lo que realmente estamos buscando cuando comemos?
Emociones y hormonas
La grelina es una hormona que segrega el aparato digestivo para optimizar la digestión y también se ocupa de despertarnos el apetito para recordarnos que tenemos que volver a comer. Su efecto es muy rápido y nos da unas ganas incontrolables de comer. Después de ingerir alimentos, la producción de grelina se detiene y el cerebro deja de recibir señales de hambre.
Esta hormona también actúa como un antidepresivo natural. Un estudio de la Universidad de Texas de 2008 encontró que los roedores inyectados con grelina mostraron síntomas disminuidos de estrés y ansiedad. Para mejorar su funcionamiento, lo ideal es hacer pequeñas comidas y seguidas.
El hambre emocional
Si alguna vez has hecho hueco para el postre a pesar de que ya estás llena, has experimentado el “hambre emocional”. El llamado hambre emocional o comer por estrés usa la comida para hacernos sentir mejor, para llenar nuestras necesidades emocionales, en lugar de llenar nuestro estómago.
Si abrir la nevera es nuestro único mecanismo de afrontamiento ante el estrés, el enfado, el aburrimiento, el cansancio o la soledad, nos quedamos atascados en un círculo malsano donde los sentimientos que nos invaden no son abordados. El hambre emocional no puede ser llenado con comida. Comer puede hacernos sentir bien en el momento, pero los sentimientos que desencadenaron el sentimiento de hambre perdurarán. Y a menudo nos sentiremos peor porque hemos consumido muchas calorías innecesarias, nos estresamos, nos deprimimos, volvemos a comer… y así en un ciclo vicioso que nos impregna de culpabilidad y falta de voluntad.
Comer puede hacernos sentir bien en el momento, pero los sentimientos que desencadenaron el sentimiento de hambre perdurarán.
¡Haz pequeños cambios positivos!
· Intenta identificar cuándo tienes hambre física o hambre emocional
· Reconoce los desencadenantes o disparadores emocionales que te hacen comer en exceso
· Proponte estrategias, como escribir, meditar, ir al gimnasio, bailar o andar, que te ayuden a lidiar con el estrés, el aburrimiento, la ansiedad o la soledad.
· Aprende a aceptar tus sentimientos, incluso los desagradables. No es necesario estar feliz todo el tiempo.
· Tener una mascota, mimar nuestro cuerpo con masajes o un baño caliente, o dormir con una manta caliente, nos puede ayudar a sentirnos mejor.
· Concédete una pausa haciendo 10 respiraciones profundas antes de abrir la nevera. También puedes colocar en la puerta mensajes que te ayuden a entender que comer para calmarte no es saludable.
· Compra comida saludable. cambia poco a poco los alimentos en tu despensa y llénala de frutas y verduras apetecibles y fáciles de consumir como mandarinas, fresas, zanahorias. Aunque tu cuerpo te pida a gritos chocolate o carbohidratos, será el primer paso para dejar de encontrar ese alivio y preferirás resolver la causa.
· Pon los cinco sentidos activos cuando comas. Aprecia tu comida, come despacio, mastica bien, dedícate a saborear lo que comes prestándole toda tu atención.
· Busca en tu zona un licenciado en quiropráctica que ajuste tu sistema nervioso y equilibre tus sistemas ayudándote a regular tus emociones.
· Busca a un especialista en Emoalimentación para que te guíe en la liberación de comer para consolarte.
Como ves, ya sea de un modo fisiológico o psicológico los alimentos tienen mucho que ver con tus emociones. Saber identificarlas y tomar las acciones que necesites para superarlas es posible. Y ayúdate preguntándote antes de comer ¿mi cuerpo se merece lo que voy a darle para nutrirse y estar más sano? Si la respuesta es sí, adelante. Pero si te cuesta, no dudes en pedir ayuda a un especialista en Emoalimentación ¡verás cómo tu vida cambia para mejor!
Articulo elaborado en colaboración con Roser de Tienda, doctora quiropráctica con especialidad en salud de la mujer y los niños.
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