Estamos rodeadas de autoexigencia, de competencia tanto en lo personal como en los profesional, la presión nos acompaña desde el minuto uno del amanecer… Estamos rodeadas de tensiones que asociamos a la vida moderna, esa que presume de bienestar. Todo ello suele alterarnos, saca lo peor de nosotras y nos lleva al borde de nuestros límites.
Y nos encontramos fuera de nosotras mismas, con una total falta de equilibrio en todas las áreas de nuestra vida personal, profesional, familiar, de ocio, íntima, etc.
A pesar de encontrar la frase hasta en la sopa, esta que dice que “si tú no estás bien, nada ni nadie lo estará”, debemos reconocer que es una verdad como un templo. Y si no estoy bien, no rindo, no funciono, no produzco del mismo modo y mi eficiencia se ve mermada…
La realidad es la que es y contra ella, no podemos tirar
¿De qué me vale querer cambiar el mundo, de trabajo, de marido, de familia, de amigos si ni yo misma me aguanto? ¿Cómo puede ser posible que haya llegado hasta aquí? ¡Yo! ¡No es posible! La culpa la tiene el mundo, el jefe, el compañero, el marido, los hijos… Todos menos yo. Y sabes que no es cierto.
Pasamos del entusiasmo a la ira en décimas de segundo, la satisfacción solo es comparable con todo lo material que consigo, que toco, que siento en mis manos. Cada día es igual o peor que el anterior y no sé cómo dar más de mi sin caer rendida de frustración, de miedo, de decepción...
La clave es simple por muy compleja que la veamos y consiste en utilizar esas emociones en favor de mis decisiones, de mis planes, de mis sentimientos, de modo que me ayuden a trabajar en beneficio propio y, por ende, que me ayuden a controlar mi actitud y mis pensamientos para lograr mejores resultados (=productividad).
Si yo estoy mal, amargo al mundo entero con mis “formas” pero si, por muy mal que esté, sonrío, de vuelta me vendrá una sonrisa que hará que, si yo quererlo, sonría también. Esto demuestra que, si una persona puede influir en el estado emocional de la otra, para bien o para mal, lo que tenemos que hacer es contagiar solo lo bueno, como si nuestra sonrisa fuera una emoción “gripal” que se propaga a pesar de las vacunas (gente que se niega a sonreír por muchas cosquillas que le hagas o chistes que le cuentes).
Para mejorar tu eficiencia, ser más productiva, tan solo tienes que aplicar esa actitud de “sí quiero” y hacerlo con planificación porque, todo esto implica actitud, pero con ejecución. Si lo haces desde el sofá, sonríes solo a la tele, sin mover un dedo, no me digas que no funciona. Para que funcione hay que levantarse, dar pasos, planificar y salir a la calle.
Tanto si trabajas desde casa, como si tienes que desplazarte a una oficina, PLANIFICA.
¿Cómo puedo hacerlo? Aquí los 5 primeros pasos:
1. ¡Distribuye bien tus horas. ¿Cuántas dedicas a trabajar? ¿Cuántas a ti misma? ¿Cuántas horas dispones de ocio?
2. Madruga. Porque aprovechas más el día. Te preguntarás, ¿qué voy a hacer yo a las 6 de la mañana? Pues desayunar con tiempo, meditar unos minutos, leer un par de páginas de ese libro tan maravilloso que tienes, repasar los mails, recoger la ropa del tendedero, hacer estiramientos… Lo que te guste, te satisfaga o te haga sentir mejor. Esto te permitirá concentrarte.
Y repito, no dudes de la efectividad de mis palabras hasta que lo hagas y me des el feedback de los resultados. Sin hacerlo, no vale de nada la crítica.
3. Planifica. Sí, en esa agenda tan maravillosa que tienes y no usas. Si planificas, no pierdes el tiempo. Dedicar 20 o 30 minutos a planificar no es perder el tiempo sino priorizar tareas y sentir como vas avanzando. ¡Tu agenda es tu diario profesional! Tiene que estar todo anotado. Así, cuando acabe el día y la semana verás con tus propios ojos lo efectiva que eres y en qué áreas puedes mejorar, invertir más tiempo, reducir o incluso, empezar a delegar.
4. Solo de uno en uno. Ser multitarea es un mito que nos han tatuado en el ADN. Es cierto que las mujeres tenemos esa virtud “cultural” pero para avanzar hay que dar pasos, de uno en uno. Si primero haces lo difícil y luego lo fácil tendrás la capacidad de empezar a atender tus cosas de tema en tema.
5. Duerme. Sí. Descansa todo lo que puedas. No digas que no tienes tiempo, que aún no te has planificado. Cuando te planifiques, lo encontrarás… El tiempo para descansar. Si trabajas en una oficina te organizas y planificas de un modo, si trabajas desde casa lo haces de otro modo. Descansar no es sinónimo de que pierdas el tiempo.Descansar es levantarte de la silla para poner los pies en alto 5 o 10 minutos mientras cantas o recitas un mantra. Esto si trabajas en casa, claro.
Si estás en la ofi, te vas al baño y refrescas el cuello o las muñecas (es muy efectivo para oxigenarnos y despejarnos), o te estiras en el suelo con las piernas para arriba unos minutos. Si no, desde la silla, giras los tobillos y las muñecas para activar la circulación, aprovechando esos minutos para poner una canción que te motive (esto, si tu puesto te lo permite).
El objetivo de todo esto es que la concentración mejore tu estado emocional lo que, a su vez, te ayudará a ser más objetiva, verlo todo más claro y solucionar tus problemas de un modo más rápido, más empático y más efectivo.
Artículo elaborado en colaboración con Yolanda Fortes de www.yolandafortes.com
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