Esta reacción proviene quizá de un malestar profundo, de una mala autoestima. Porque este sentimiento se manifiesta cuando se comienza a dudar de uno mismo.
En efecto, es relativamente normal reaccionar frente a un comentario desagradable. Pero es menos corriente irritarse fácilmente ante cualquier mínima reflexión.
En general, se tiene tendencia a sacar de su contexto los comentarios que se nos dirigen y a generalizarlos. Se cree que cualquier palabra es gratuita, que traduce cualquier cosa profunda y significativa. De hecho, es la expresión de una falta de confianza en uno mismo. Estamos obsesionadas por la mirada de los demás.
¿Cómo luchar contra la susceptibilidad?
Para comenzar, la mejor arma es efectuar un trabajo sobre una misma. Haz una lista, apunta tus cualidades. A continuación, intenta saber por qué motivos la gente te aprecia. Esto te ayudará a aceptar, más adelante, los comentarios con objetividad.
Aprende a discernir dos tipos de reflexiones: las que se te hacen por envidia, por maldad gratuita; y las enunciadas ¡por tu bien! Éstas últimas te permitirán progresar, mejorar.
Después, lucha contra tu tendencia natural a la paranoia: no, la tierra entera no te quiere, no, ¡tu hermana no tiene nada contra ti solo porque te haga un comentario acerca de tu vestido nuevo!
Como último recurso
Si a pesar de todos estos ejercicios y de todas las precauciones de tu entorno continúas sintiéndote juzgada y poco querida tras la mínima observación, es preferible ponerse en contacto con un terapeuta para valorar la necesidad de un trabajo en profundidad. El objetivo es ayudarte a reencontrar la confianza en ti.
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