Los mecanismos de la dependencia
La dependencia se caracteriza por la adicción a una droga, un objeto o incluso un sentimiento que pretende procurar un placer, en un entorno que parece no aportar lo buscado.
Entre las dependencias más frecuentes destacamos el tabaco, el alcohol, los tranquilizantes, los alimentos, Internet, el amor...
Se trata entonces de un estado psíquico y físico que deriva del consumo o compañía de este elemento o sujeto y del que no se puede pasar. La dependencia se traduce por impulsos difícilmente controlables, a la vista de los efectos tranquilizadores que procura (euforia o serenidad temporal).
En caso de no satisfacer estos impulsos, la persona dependiente experimenta una carencia que entraña un malestar, incluso una irritabilidad y una tristeza.
Por supuesto, cada dependencia tiene una importancia y unos efectos más o menos nocivos, en función del grado de afectación y de la naturaleza misma de esta adicción. Algunas permanecen como pequeñas dependencias más o menos controlables mientras que otras son sinónimas de esclavitud y de autodestrucción. Se habla entonces de dependencias patológicas.
Las causas
Según Sigmund Freud, la dependencia tendría una estrecha relación con la búsqueda del placer y la idea de muerte. Una manera simbólica de morir y de sentir que se existe. Otros psicoanalistas hablan también de una profunda carencia interior que no se podría colmar más que complaciéndose... La sensación de vacío y la necesidad experimentada de que esta “cosa” te llama cuando no se consigue, también formaría parte de la búsqueda del placer. Pudiera parecer que ciertas personas dependientes hubieran tenido una falta de afecto durante su infancia, o al contrario, hubieran tenido mucho. O incluso, que ciertos rasgos del carácter serían los responsables, tales como la sensibilidad, la tendencia depresiva, la independencia, la falta de autoestima o el miedo a ser rechazado.
Según los neurobiólogos, parecería que las personas que han tenido verdaderas adicciones tendrían una vulnerabilidad genética ligada al bienestar químico. Ciertas personas dependientes segregan menos endorfinas (hormonas del placer) y tienen, por ello, necesidad de llenar un vacío.
Toda la complejidad de la dependencia, y siendo conscientes de que el placer obtenido no tranquiliza más que temporalmente, al final hace más mal que bien.
¿Cómo liberarse de una dependencia?
La cura tiene que pasar por una relación menos ansiosa del deseo, de manera que se aborde la vida con más serenidad para reconquistar una cierta autonomía. Y ésa es toda la dificultad. Una vez que se ha tomado conciencia de la dependencia y se ha dejado de negarla toca afrontarla. Lo ideal es llamar a gente de tu entorno, o a un terapeuta si la necesidad se hace notar y la dependencia es demasiado fuerte. En seguida viene el periodo de los cambios: hay que poder hablar libremente, expresar tus emociones, en especial cuando son negativas y cuando la carencia es demasiado grande. Puede ser a veces necesario explorar ciertos sueños, que pueden explicar de dónde viene esta dependencia. Ciertos especialistas recomiendan también, para dar un nuevo sentido a tu vida y a tus ilusiones, cambiar de entorno y de forma de pensar. Descubrir hobbies, salir... en resumen, encontrar otros placeres menos destructivos. Los comienzos siempre son difíciles en razón del proceso “de habituarse” y de las pérdidas secundarias.
¿En caso de recaída?
¡Qué no cunda el pánico! Es frecuente pero tiene remedio. Cada fracaso permite, de forma progresiva, tomar el pulso a esta dependencia, dándose cuenta hasta qué punto ésta puede envenenar la vida y perjudicar las relaciones sociales.
¿Cómo ayudar a una persona dependiente?
Para ayudarla, lo primero que hay que hacer es tratar de reconfortarla sin que se sienta agredida ni reprocharle nada. Escucharla, aceptar sus cambios de humor y también permanecer firme mostrándole a su vez que confías en ella. Por ejemplo, si se trata del tabaco, de ciberdependencia, de alimentos u otros, no hay que dudar en ser firme y prohibir el acceso en tanto en cuanto sea posible a esta “cosa” y sobre todo en tu presencia. A fuerza de repetirlo, el hábito nocivo se atenuará hasta su desaparición al cabo de un tiempo. Cuando se trata de una dependencia que daña la vida de pareja y el amor, no hay que dudar en decir que eso ya no es posible, que tú sufres, y si fuera necesario vete. Si es doloroso ver a alguien sufrir sin ti, también tiene mérito provocar un golpe de efecto salvador.
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Y por último, la ayuda psicológica, si puede resultar beneficiosa para la persona dependiente, también lo puede ser para el compañero que comparte esa mala situación...