Las adicciones siempre han existido y algunas herramientas como la hipnosis o algunas variantes de la psicoterapia tratan de solucionarlas. Hay personas adictas al móvil, al juego, a las compras, el trabajo o el deporte. Hoy descubrimos más sobre algunas de estas dependencias.
¿Soy dependiente? Los tipos más comunes
El móvil: Hoy en día es como si todos estuviéramos enganchados al móvil. Pero para aquellas personas que realmente sufren una dependencia, el teléfono es como una extensión real de la mano o del oído y su ausencia puede llegar a provocarles graves crisis de ansiedad. ¿No has vivido alguna vez esa situación en la que, por un momento, piensas que has perdido el móvil? Se trata de una sensación similar cada vez que tenemos nuestro smartphone lejos.
El juego: Tanto si se trata de dinero como de videojuegos, hablamos de patología cuando el jugador no tiene ningún otro tipo de interés y centra y organiza su vida alrededor de los juegos.
Las compras: Las compras compulsivas. La sociedad en la que vivimos nos impulsa a comprar y los periodos de rebajas u ofertas son esas pequeñas trampas que nos hacen caer en la tentación. Sin embargo, este pequeño hobbie se puede volver una adicción cuando lo hacemos de forma compulsiva. No importa si te dedicas a arrasar en las tiendas o no puedes dejar de comprar en Internet. En esencia, se trata de lo mismo: una carencia que, a pesar de la satisfacción pasajera, no puede llenarse y esconde por lo general un malestar mucho más profundo de lo que parece.
El trabajo: La satisfacción del trabajo logrado o bien hecho puede convertirse en una obsesión. El individuo se siente motivado por su espíritu competitivo o bien por un reto, pero dicha adicción a largo plazo acarrea consecuencias en la salud laboral, la familia, las relaciones sociales, etc.
El deporte: Practicado por placer, superación o para responder a las exigencias actuales de físico y delgadez, el deporte puede convertirse en una droga cuando nuestra obsesión por cuidar el cuerpo se convierte en nuestra única obsesión.
Los mecanismos de la dependencia
Hay ciertas situaciones o actividades que nos procuran placer. En esos momentos el cerebro libera en nuestro organismo dosis de dopamina, la hormona del placer por excelencia. Dicha hormona actúa en nuestro cerebro haciéndonos sentir una agradable sensación de bienestar y hace que las tensiones de nuestro cuerpo desaparezcan. El simple recuerdo de dicha sensación puede proporcionarnos ese mismo placer y empujarnos a repetir la experiencia para volver a tener esa sensación de bienestar. Hablamos de dependencia cuando este pensamiento se convierte en una obsesión y la fuente de placer en el único motor de nuestro día a día.
Teniendo esto en cuenta, cabe preguntarnos ¿cualquier persona puede convertirse en adicta? Si tenemos en cuenta que la búsqueda de placer es una evidencia de buena salud mental, la respuesta es sí. No existe ninguna predisposición natural que haga que cierto tipo de personas sean susceptibles a desarrollar comportamientos adictivos. No obstante, los estados depresivos o de vulnerabilidad psíquica pueden conllevar una pérdida del control de la situación y favorecer ciertas conductas adictivas.
¿Cómo saber si somos adictas a algo?
Hay algunos signos que lo hacen evidente. El adicto dedica cada vez más tiempo a su actividad favorita y acaba por mentir o por dedicarse a ella a escondidas para evitar reproches. Se vuelve agresivo y se encierra en un cuadro de soledad que se convierte en la causa y la consecuencia de su adicción. Además, pierde todo contacto con la vida real, sus relaciones familiares y amistosas se deterioran e incluso el trabajo puede sufrir consecuencias si llega un momento en el que la vida del afectado solo gira alrededor del objeto del que se descubre adicto.
Desengancharse: un largo camino
El primer paso para salir de una adicción es admitir la dependencia y acudir a un especialista. El entorno de la persona suele ser el primero en detectar que sufre adicción y quien detecta primero los signos de un comportamiento desviado. La víctima prefiere negar la realidad a pesar de los signos evidentes de que sufre una enfermedad. Admitir la dependencia es difícil porque se trata de reconocer las debilidades y que se necesita ayuda para salir de una situación que ya no se controla. Por eso, este primer paso es básico, es el punto de partida para recuperar la vida normal.
Las dependencias del comportamiento no se tratan del mismo modo que las adicciones a productos como la droga o el alcohol. En ambos casos hay que evaluar en un primer momento la adicción y sus repercusiones en la vida de la víctima. A continuación, hay que aprender de nuevo a vivir con el objeto en cuestión, por ejemplo, en el caso de Internet o el teléfono móvil que forman parte de la vida moderna es difícil suprimirlos por completo del entorno. Hay medicamentos que alivian la sensación de carencia o nervios, pero es básico, como parte del tratamiento, que exista un trabajo psicológico de fondo. De ahí que sea esencial seguir una terapia para entender el origen del problema, aprender a gestionar las emociones y adaptar el comportamiento para hacer frente al objeto adictivo.
Nuestro último paso hacia una completa recuperación es reanudar la vida: El adicto también debe retomar el control de la vida familiar, social, profesional, etc. y salir del aislamiento al que lo ha estado sometiendo la adicción. Se trata éste de un momento difícil porque a menudo da vergüenza. El apoyo familiar y de los amigos desempeñan un papel importantísimo en el proceso para recuperar la autonomía, pues permitirá al afectado retomar su vida normal y conseguir el equilibrio psíquico esencial cuando finalice la terapia.
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