Mirar los ojos de un niño es maravilloso, ¿alguna vez se han fijado en la luz que los ojos de los más pequeños irradian? Esa inocencia, la ilusión por descubrir, asomarse al mundo desde una ventana sin prejuicios, sin valoraciones, con el simple deseo de conocer y vivir.
A medida que pasan los años, nuestros conocimientos, experiencias, vivencias o desengaños van empañando nuestra mirada. Nos asomamos con prejuicios, a veces ocultos e inconscientes, nublándonos la capacidad de vivir y contemplar con pureza, incapacitándonos para vivir y sentir el aquí y el ahora. Todas estas experiencias que vivimos a lo largo de nuestra vida, se van acumulando en aquello que llamamos nuestra mochila emocional: culpas, desengaños, frustraciones, pérdidas, desamores… Todo ello va llenando nuestra mochila hasta rebosar. Todas estas emociones y sentimientos negativos pesan, dificultándonos nuestro camino y dejando cada vez más lejos aquel inocente niño.
Todo este peso que arrastramos en nuestra vida también nos hace tomar a veces caminos inadecuados. No es lo mismo intentar escalar una montaña con una mochila vacía que con una pesada y llena. Esta pesada mochila no sólo influirá en nuestras decisiones, sino que también hará que nuestro camino sea más o menos agradable. Imagínese paseando por un parque con una mochila a la espalda de 40 kilos ¿Sería capaz de disfrutar del paseo? … Seguro que no.
Por eso, hagamos un ejercicio:
Coge muchas piedras y sobre cada una de ellas escribe un sentimiento de su vida, unos serán positivos y otros no, la pérdida de un ser querido, aquella pequeña frustración que nos provocó no conseguir aquel trabajo, la discusión con un amigo, sentimientos de amor o desamor… Ahora cárgalas a la espalda. ¿Cómo te sientes? Todas estas experiencias forman parte de nosotros y al mismo tiempo somos fruto de ellas pero, ¿por qué conservar aquellas que nos impiden avanzar y vivir plenamente felices?
Ahora saca de nuevo todas las piedras y colócalas a tu alrededor y ve analizando cada una de ellas. De algunas posiblemente no podremos deshacernos y siempre estarán ahí. De otras ni tan siquiera nos habíamos dado cuenta que cargábamos con ellas hasta ahora.
Ve analizando cada una de ellas y decide de cuál puedes prescindir y cómo podemos darle solución. Por ejemplo, quizá alguna de ellas es una espinita clavada por aquel malentendido con una amiga que rompió su amistad, ¿estás dispuesta a solucionarlo? Quizá una simple llamada dé solución a ese conflicto que todavía rondaba escondido.
Actúa así con todas y cada una de las piedras que tienes, intentado dar solución a cada una de ellas. Como hemos dicho de algunas será inevitable no deshacerse y seguirán contigo y en tu camino. Pero muchas otras podrán ser desechadas.
Este ejercicio puede ayudarte a descargar todas estas emociones, sentimientos y pensamientos tóxicos que cada día te impiden vivir plenamente.
Recuerda que tú decides cómo dar este paseo, si lo haces disfrutando del viaje o con tu mirada en el pasado, y piensa que quizá recordar sólo las fotos del pasado te impida descubrir los bellos paisajes que te rodean. Un mundo maravilloso que nos deja frases como estas:
Artículo elaborado en colaboración con eSaludMental, Servicios Psicológicos de Atención Primaria.
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