La cromoterapia, también llamada “terapia del color” o “psicología del color” es una pseudociencia que asegura que los estímulos visuales de tipo cromático impactan en el estado físico y emocional de las personas, llegando a sugerir que, en ocasiones pueden formar parte de una terapia alternativa para el tratamiento o la curación de diversas enfermedades.
La cromoterapia, ¿realmente funciona?
No existe una evidencia científica contrastada que permita asegurar que los colores realmente impactan en el estado de salud y bienestar de las personas. El primero en plantear un análisis al respecto fue el general estadounidense Augustus Pleasanton, que en 1876 indicó que el color azul era eficaz en el tratamiento de lesiones, quemaduras y dolores, además de atribuirle propiedades coadyuvantes en tratamientos de fertilidad. Sus hipótesis, rechazadas por falta de evidencia, sostenían que, por ejemplo, un viñedo estimulado con luces azules sería capaz de producir uvas más robustas.
Posteriormente, varios teóricos plantearon la existencia de cualidades curativas en la luz azul y también en la luz roja, a las que después se sumarían el amarillo y varias derivaciones de los tres colores. No obstante, ninguna de estas teorías contó con los componentes necesarios para considerarla demostrada y, por ende, válida desde una perspectiva científica.
Cromoterapia: 316 enfermedades y tres años de prisión para Dinshah Ghadiali
La idea de que los colores curan caló hondo en algunas personas que se dispusieron a seguir investigando e implementando teorías al respecto. Una de esas personas fue el doctor Dinshah Ghadiali, investigador, médico, químico y físico, que en 1933 publicó una enciclopedia integrada por tratamientos de cromoterapia para 316 enfermedades.
A la enciclopedia siguió el desarrollo de un artefacto llamado Spectro-Crhome, capaz de crear mezclas de colores ideales para dar a los enfermos el tratamiento adecuado según la enciclopedia. En total, el Spectro-Chrome creaba unas 12 combinaciones curativas, a decir de su inventor, para casi cualquier enfermedad.
Las ideas de Ghadiali tuvieron buena acogida y se vendieron unas 10.000 unidades de Spectro-Chrome, hasta que la FDA interpuso una denuncia por estafa contando con 76 testigos que aseguraron que la cromoterapia de Ghadali era “inefectiva y carente de valor” y que además podría interferir y entorpecer un tratamiento real. Debido a esto, su creador fue condenado a tres años de prisión y la prohibición de comercializar su invento.
El factor cultural de la cromoterapia
Aunque no esté probado que los colores sirven para tratar enfermedades, sí que es cierto que hay un factor cultural importante en torno a la interpretación de los distintos colores. Por ejemplo, el rojo se asocia a la pasión, el verde a lo saludable, el azul a la salud y el violeta a la paz interior.
Todo esto puede ayudar a transmitir un discurso visual, por ejemplo, en el diseño gráfico, en el cine o en la moda: no dice lo mismo un cartel de una peli de tiros en negro y rojo, que en rosa y blanco; o bien, no es igual ir a una entrevista de trabajo con un traje de chaqueta gris que con un vestido entallado rojo.
Este factor cultural puede influenciar la manera en la que una persona vive los síntomas de una enfermedad. Quizá alguien que ha estado mucho tiempo ingresado, prefiere que las sábanas de casa sean violeta antes que blancas. Este simple cambio puede hacerle experimentar una sensación de mejoría, no por el color en sí, sino por su pensamiento de “ya no estoy en el hospital, ya he vuelto a casa”.
Cromoterapia: el poder de la mente
¿Por qué existen personas que, sin ningún interés secundario, afirman encontrarse mejor gracias a la cromoterapia? Los psicólogos especialistas en ansiedad de TherapyChat nos explican que, en muchas ocasiones, las terapias alternativas sin eficacia comprobada o, incluso, las creencias religiosas, pueden ayudar a algunos pacientes a encontrarse mejor, no por la práctica en sí, sino por la tranquilidad que encuentran pensando que esto puede ayudarles.
Esto, desde luego, no quiere decir que estas técnicas en tela de juicio funcionen objetivamente: si bien la enfermedad sigue presente y la mejoría suele depender de tratamientos científicamente probados, un paciente que mantenga un pensamiento positivo, optimista, hará frente a los síntomas con una disposición mejor que aquellos que pierden la esperanza puesta en la recuperación.
En otras palabras, lo que influye no es el problema, sino la actitud del paciente ante dicho problema. Si una persona es capaz de convencerse a sí misma de que una terapia basada en colores va a contribuir en su mejoría, es muy posible que esa persona comience a sentirse más vivaz y relajada una vez que comienza dicha terapia.
En este punto hay que tener especial cuidado: todas las herramientas, creencias y mecanismos que ayuden a elevar el estado anímico de un paciente son bienvenidos, siempre que no resulten excluyentes para los métodos de curación con base científica.
Es decir, que si, por ejemplo, una persona con una enfermedad bronquial necesita un tratamiento con antibióticos y lo cumple cabalmente, no pasa nada e incluso es positivo que acompañe este tratamiento con alguna práctica alternativa que piense que le hará toser menos o dormir mejor. Lo que no ha de suceder es que se suspenda el uso del antibiótico para refugiarse en elementos cuya eficacia no haya sido probada.
Contenido elaborado por TherapyChat, servicio de psicología online.
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