Tristeza persistente, irritabilidad, cansancio, pérdida de confianza en sí mismo… Uno de tus allegados, miembro de la familia o amigo está deprimido. ¿Qué actitud se debe adoptar frente a este malestar creciente? Aquí tienes nuestros consejos para comprenderlo lo mejor posible y ayudarlo a salir del mal trago.
La depresión, el mal del siglo XXI
La depresión afecta a más de 3 millones de personas (una de cada cinco mujeres y uno de cada diez hombres), de todas las edades, de cualquier ambiente social y con estilos de vida muy variados. De ahí el interés de las autoridades sanitarias por esta enfermedad psíquica. Estrés, individualismo creciente de la sociedad moderna, falta de señales, el todo asociado a dificultades sentimentales o fracasos profesionales pueden llegar a perturbar la moral. Las razones de un estado depresivo son múltiples, pero se traducen siempre de la misma manera: tristeza, ansiedad, cansancio, desvalorización de sí mismo y sentimiento de culpabilidad, insomnio, baja de sociabilidad (y de libido), desinterés por las actividades habituales, pensamientos mórbidos e incluso suicidas…
El papel del entorno
La depresión es una enfermedad que se cura. De ahí el interés por identificar las causas del malestar cuanto antes para detener el período de crisis. Generalmente, los estados depresivos se curan acudiendo a un especialista, psiquiatra o psicoterapeuta, que prescribe antidepresivos para un período determinado, eventualmente con sesiones de psicoterapia en gabinete como suplemento. Excepto esto, el entorno del enfermo tiene también una función preponderante en el proceso de curación: ayuda al deprimido a aceptar su enfermedad y le da su apoyo en el día a día. Lo más difícil es comprenderlo, mantenerlo y consolarlo sin ser duro con él.
La actitud a adoptar
• El sufrimiento debe tomarse en serio: si alguien cercano se confía a ti, no banalices su sufrimiento diciéndole frases del estilo “ya pasará, sólo es un obstáculo difícil”. Si se siente incomprendido, tendrá una mayor tendencia a aislarse, a sentirse desubicado y a pensar que nadie lo puede ayudar, ni tú, ni un médico.
• Animarlo a que se haga un seguimiento médico: puedes mostrarte útil aconsejándole o ayudándole a encontrar un especialista. Si le cuesta dar el primer paso, puedes proponerle acompañarlo en la primera sesión.
• Aprende a no juzgar: sé consciente de que es imposible razonar con una persona deprimida, ya que esta enfermedad afecta al control de las emociones. También es imperativo aprender a no juzgarlo ni culparlo, aunque a primera vista no comprendas las razones de su enfermedad: “no puedes permitirte este tipo de comportamiento”. Olvida también todo tipo de reproches, del tipo “hay gente más desgraciada que tú en el mundo”. Y, por supuesto, evita los consejos básicos y las lecciones morales sobre lo que debería hacer para retomar las riendas de su vida.
• Una escucha atenta: aprende a mostrarle cariño, paciencia y escucha. Deja que la persona deprimida hable a corazón abierto, aunque se repita mucho y parezca que no te escucha. Tu apoyo será, en un primer momento, un consuelo infinito. Por el contrario, dale un punto de honor e intenta no infantilizarla, para que no se vuelva totalmente dependiente de ti.
• Permanece positiva: para la persona deprimida, el futuro está muy oscuro. Es tu función hacer que cambie de idea, aunque no se muestre nada receptiva. Háblale de tu vida, de tus ocupaciones, hazla partícipe de tus momentos de alegría y muéstrale el lado positivo de las cosas. Y, sobre todo, anímala a que conserve la esperanza diciéndole que todo irá mejor mañana…
• Empújala a mantener una vida social: ocurre con frecuencia que una persona deprimida se aísle totalmente y destierre toda vida social. Por lo tanto, eres tú quien debe animarla a salir contigo. Sin ser demasiado directiva, proponle dar un paseo, ir al cine, salir a cenar… Si no es necesario que seas demasiado autoritaria, por lo menos muéstrate firme. En lugar de decir “¿prefieres pasear o nos quedamos en casa?”, mejor di “venga, te llevo a dar un paseo”. Aunque la persona deprimida se muestre recalcitrante al principio, seguro que te lo agradecerá más adelante.
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También tienes que saber protegerte
Apoyar a una persona deprimida también significa protegerse de una misma. Para muchos especialistas es sintomático: provisionalmente liberada de sus males, la persona deprimida tiene tendencia a apropiarse de la actitud positiva de la persona que la consuela, corriendo el riesgo de destruirla psíquicamente. Por lo tanto, es conveniente aprender a protegerse de este “contagio”. La solución se llama, en lenguaje psicológico, “la atención flotante”, es decir, escuchar y compartir todo sin retener nada.
Por último, lo más importante es que no dudes de ti misma ni de tu capacidad de escuchar, aunque se trate de tu pareja, de tu hijo, de tu mejor amigo… Si te sientes debilitada, es la persona deprimida quien podría utilizarte como chivo expiatorio. Pero si esta persona siente que conoces tus límites y tiene confianza en ti, se sentirá más responsable de ella misma e intentará curarse.
Último consejo: ayudar a una persona deprimida es, a menudo, muy cansado a nivel moral y psíquico. Por lo tanto, piensa en cuidarte y en ofrecerte algunos momentos de respiro y de descanso bien merecidos.