Contenido elaborado por Regina Candel, autora del blog Uniendo Caminos
Un familiar muy cercano se está muriendo. Hace dos meses le operaron de un tumor en el pulmón muy agresivo. Comenzó con un dolor entre el hombro y el pecho derecho pero no dijo nada, solo comenzó a tomar pastillas de corticoides para calmar el dolor. Cuando los médicos descubren la causa del dolor ponen fecha para la operación, que aunque compleja, fue exitosa.
En ese momento pesaba 80 kilos. Hoy la balanza muestra 60. Su apetito fue decreciendo. Al principio comía con gusto su plato preferido: sándwich de fiambre y queso con el pan un poco tostado. Lo comía hasta no dejar una miga. Después comenzó a dejar la mitad y ahora lo mira y con esfuerzo puede ingerir dos bocados. Le cuesta masticar, no tiene apetito, pierde peso y energía y así entró en un círculo vicioso. La duda de los médicos es si su pérdida de peso se debe a los efectos de la quimioterapia o si la enfermedad está aun en su cuerpo consumiéndolo. En los próximos días van a probar a alimentarlo por suero. Si nada pasa y la pérdida de peso continua, no creen que dure mucho. Un mes. Tal vez dos.
¿Cómo enfrentamos la muerte? ¿Cómo actuamos en el momento que nos dicen que nos vamos a morir? Todos sabemos que no somos inmortales, solo que no sabemos cuándo nos va a tocar irnos de esta vida. La realidad nunca es como esas películas que te plantean la pregunta de ¿Qué harías si supieras que te quedan seis meses de vida? Y entonces vemos en la pantalla al protagonista saliendo de viaje a Jamaica o haciendo deportes extremos, o bien recorriendo el mundo en busca de amigos perdidos para poder decirles lo mucho que los quiere.
En la vida real no funciona así. En general cuando te dan un ultimátum ya estás postrado en la cama o en terapia intensiva. Todo eso que querrías haber hecho en la vida ya está, no se hizo, ya pasó el momento. Entonces las preguntas son dos: ¿Cómo enfrentamos la muerte? Y ¿Cómo enfrentamos el hecho de que no hicimos las cosas como quisimos en vida? Básicamente:
¿Cómo nos vamos de esta vida en paz con lo que fuimos y lo que vamos a ser?
Los budistas creen que el cuerpo es lo único que muere; que no deja de ser un objeto, que puede restituirse con otra forma física. ¿Y qué hay dentro de ese cuerpo? Lo podemos llamar alma, espíritu, esencia, Dios. Cada uno tiene su forma de verlo. Esa alma persiste, va cambiando de cuerpo, por eso hablan de la reencarnación. En ese círculo de una vida atrás de otra nos cansamos, pero seguimos intentando llegar al Samhadi, la iluminación. Para los maestros, vivir es un paso, una tierra de enseñanza, la cual todos venimos a transitar durante varias vidas, con distintos cuerpos en diferentes épocas, una vez que completamos el aprendizaje ya no necesitamos volver siendo libres de elegir donde queremos que nuestra alma siga su rumbo.
Tarde o temprano todos alcanzamos la iluminación, solo que algunos pueden tardar un poco más. Según el budismo, la única manera de enfrentar a la muerte sin sufrimiento es habiéndola tenido presente durante la vida. Saber que no hay permanencia en nada, saber que un día vamos a dejar de existir con esta forma, esa consciencia es lo que nos va a ayudar. Aprender a morir nos va a enseñar a aprender a vivir. Si todos los días fuéramos realmente conscientes de la muerte, entonces aprovecharíamos cada minuto sin quejas, sin reproches, sólo mirando cómo ese minuto pasa y disfrutándolo, viviéndolo. La muerte es parte de la vida, es el ciclo lógico.
"Cuando podamos manejar el miedo entonces seremos libres"
Finalmente, mi familiar cercano se murió. Me surgen infinidad de preguntas para poder comprender cómo funcionamos en vida y cómo aceptamos que todo tiene un fin. Nuestra sociedad occidental toma la muerte como algo negativo, nos enseñan que en los funerales se llora, se está triste. Eso sentimos, una gran tristeza por la despedida. Algunos pudieron decirle todo lo que querían a la persona que se fue, otros se quedan con cosas por decir. Es un momento solemne, de silencio, de reflexión. Y entre todas las preguntas que me hago están las siguientes: ¿Qué misteriosas y mágicas razones existen para que un bebé dentro de la panza de su mamá elija nacer en un momento específico? ¿Qué lo impulsa a salir al mundo? ¿Por qué un día y no al siguiente? De la misma manera, ¿elegimos el momento para morirnos?, ¿cuándo es que damos el último respiro? ¿Por qué es en un momento y no en otro?
Mi familiar cercano murió como él quería, en los brazos de su esposa, con quien había estado casado 46 años. Cuando ella lo estaba abrazando, él tal vez sintió alivio, paz. Ese abrazo lo conmovió y dijo basta, hasta aquí he llegado. No quiero más, quiero irme recordando esta sensación de contacto, de amor, que nos regalamos durante tantos años. Y se fue. Respiró por última vez. Su corazón latió por última vez sintiendo el calor de los brazos de su esposa, su compañera, su gran amiga.
La vida es un mar de preguntas, la muerte es otro mar de preguntas. Y ahí estamos nosotros, en medio de esas dudas, generalmente sin respuestas firmes. Cada uno tiene sus anhelos, sus deseos, sus pasiones. Tal vez todo es tanto más sencillo de lo que creemos. El gran miedo en nuestras vidas es el cambio, la desaparición o destrucción de lo que tenemos. Tememos a las despedidas, a los divorcios, a las mudanzas, a la pérdida de amistades. En resumidas cuentas es el miedo a la muerte. Cuando podamos manejar ese miedo entonces seremos libres. Ser conscientes de este miedo hace que el miedo desaparezca y es eso lo que nos prepara para enfrentar la muerte confiando en que hicimos lo mejor posible durante nuestras vidas.
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