En este contexto, las mujeres se encuentran particularmente vulnerables a una forma insidiosa de violencia: la violencia digital. Nos sumergimos en un espacio virtual que refleja nuestro mundo analógico, pero en ocasiones, nos exige tomar precauciones extraordinarias para preservar nuestra privacidad, especialmente en el ámbito femenino.
Esta manifestación de violencia digital adopta diversas formas, desde el control y espionaje del móvil hasta la presión para enviar imágenes íntimas. La proliferación de deepfakes, aplicaciones que generan vídeos pornográficos sustituyendo los rostros de mujeres por elección del usuario, agrega una capa de complejidad a este fenómeno. Es como un menú a la carta de mujeres reales, donde un simple bot realiza el intercambio.
Sin embargo, la magnitud exacta de esta violencia digital permanece opaca. El Observatorio Español de Delitos Informáticos (OEDI) destaca la reticencia de muchas víctimas a denunciar, sumado al desconocimiento de que estos actos son denunciables. Urge reconocer como víctimas de violencia digital a aquellas mujeres que la padecen, ya sea por parte de parejas, exparejas o simplemente por ser mujeres.
Cuando exploramos las diversas formas de violencia en línea dirigidas a las mujeres, el ciberacoso emerge como una preocupación evidente. No obstante, los perpetradores despliegan tácticas variadas, desde la suplantación de identidad hasta el acceso no autorizado a perfiles sociales con la intención de dañar reputaciones.
El informe de Plan Internacional advierte que las adolescentes son las más vulnerables, siendo casi el 60% víctimas de acoso online en redes sociales. Datos del OEDI señalan que el 21,82% de las víctimas tienen entre 18 y 25 años, mientras que el 45,45% oscila entre los 26 y 40 años. Es crucial entender que esta violencia puede afectar a mujeres de todas las edades, perpetrándose principalmente en plataformas como WhatsApp, Instagram y Facebook.
La violencia digital causa daño psicológico, emocional, refuerza prejuicios, daña reputaciones y puede desembocar en formas más extremas de violencia. Es una realidad que exige respuestas concretas.
En este contexto, el activismo digital surge como un faro de esperanza. Colectivos de mujeres en ciberseguridad y psicología han desarrollado guías y manuales para fortalecer la seguridad y privacidad en línea. El "Manual contra el acoso en línea" de PEN America y la "Guía de Seguridad Digital para Feministas Autogestivas" del grupo Hackblossom son ejemplos palpables de recursos que empoderan a las mujeres.
La Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) también desempeña un papel crucial con un canal específico para retirar contenido íntimo o sexual difundido sin consentimiento. En los primeros seis meses de 2021, la AEPD retiró 200 reclamaciones de contenido sexual a través de este canal, destacando el perfil de denunciantes: mujeres menores de 30 años.
Para aquellas que puedan estar sufriendo este tipo de violencia sin darse cuenta, la asociación Pantallas Amigas lanzó la campaña "Diez formas de violencia de género digital", con animaciones que arrojan luz sobre prácticas limitantes y agresivas, fomentando la reflexión y el rechazo de dichas conductas.
En la batalla por proteger la dignidad digital de las mujeres, la conciencia, la educación y el empoderamiento son armas esenciales. La tecnología avanza, pero también lo hace nuestra capacidad de resistir y cambiar el curso de esta narrativa digital.
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