Uno de los principales aspectos que distinguen a los seres humanos de otros seres vivos es su capacidad para marcar de forma consciente el rumbo de su vida. Sin embargo, resulta asombroso escuchar estos datos:
- El 80% de la población no se plantea objetivos
- El 16% piensa en objetivos, pero no los escribe
- El 3% escribe sus objetivos, pero no los revisa
- Sólo el 1% escribe y revisa periódicamente sus objetivos
Curiosamente, ese 1% suele tener éxito en lo que se propone.
Estos datos pueden hacernos al menos reflexionar sobre la importancia de definir claramente qué es lo que queremos. No se trata solamente de soñar, sino de sentarnos tranquilamente y dedicar un tiempo a reflexionar y anotar aquellos objetivos que no solo harán que nos sintamos bien, sino que pueden dotar de más significado a nuestra existencia.
Sabemos muy bien lo que no queremos. De hecho, dedicamos una parte importante de nuestro día a día a pensar en ello, muchas veces de forma inconsciente y compulsiva. Cada vez que nos quejamos, nos estamos enfocando en lo que no queremos. Y esas situaciones desagradables parecen no tener un final. La razón es que aquello en lo que te enfocas, aquello a lo que prestas tu valiosa atención, tiende a permanecer y crecer.
¿Por qué renunciamos a nuestra capacidad de marcar el rumbo?
1. Pensar erróneamente que somos unas víctimas de las circunstancias y que de nada sirve lo que hagamos por conseguir lo que queremos.
2. Desconocer la gran importancia de mantenerse enfocado en tus metas para alcanzarlas.
3. No ser conscientes de los “beneficios secundarios” que nos puedan estar aportando los “problemas” y que boicotean nuestras mejores intenciones.
Si no sabemos hacia dónde nos dirigimos, no podremos llegar por mucho que hagamos. Y de nada sirve quedarse parado quejándose del paisaje. Tomar consciencia de nuestras metas, definirlas y anotarlas, es el primer paso para su consecución. Revisarlas periódicamente te permite ir comprobando resultados y mantener el foco. También te aporta flexibilidad y la capacidad de adaptarlas a los cambios que se produzcan en tu vida.
Por supuesto, hace falta un plan de acción, pero a cualquier lugar se llega empezando por un primer paso. El simple hecho de definir tus metas te carga de energía y entusiasmo, un combustible imprescindible para seguir avanzando y disfrutar del camino.
Posiblemente, un día cualquiera, nos demos cuenta de que sólo el hecho de empezar a caminar con entusiasmo, aceptar que hay baches en el camino y disfrutar de cada paso es la auténtica meta de la vida.
Artículo realizado por Úrsula Calvo Casas, creadora del método Yo ahora, instructora de meditación, experta en Inteligencia Emocional y fundadora del Úrsula Calvo Center (Madrid)
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