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¿El cine tiene la culpa de todo lo que nos va mal y de nuestras expectativas?

por El equipo editorial ,
¿El cine tiene la culpa de todo lo que nos va mal y de nuestras expectativas?© Encantada

Reconozcámoslo, sabemos lo que es la vida por las películas. Precisamente por ese motivo, a veces nuestra imagen de la realidad está ligeramente distorsionada y no resulta nada sencillo vencer las altas expectativas y no acabar frustrada. ¿Te resulta familiar?

Sabemos que al besar al hombre perfecto tenemos que levantar un pie. Y si el día que, por fin, el príncipe azul nos besa y el pie no se nos levanta, es un mal agüero. Y ya no hablemos si el zapato no te calza o de si ronca como una rana. Ese día tendremos que comernos las lágrimas y enterrar nuestro corazón en el arca perdida.

Sabemos que los hombres y las mujeres no podemos ser amigos porque cuando Harry encontró a Sally nos dejó muy claro que sientes atracción por cualquiera con quien te comas las palomitas en la cama, con el pretexto de ver viejas películas, o soñar en silencio con planes de boda. Algunas de estas películas fueron las que nos hicieron soñar...

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Gracias a Sally, la mitad de los hombres supieron que, alguna vez, sus triunfos en la cama eran fingidos y que podían aprender todo lo que quisieran saber sobre el sexo y nunca se atrevieron a preguntar. Que la atracción fatal por otra mujer cuando estás casado, puede arruinarte la vida, dejándola llena de sombras y niebla, o de delitos y faltas.

Superman hizo que media generación estudiáramos periodismo como Lois Lane, y aprendimos que, si amas a alguien todo vale. Ojalá fuera cierto, como la vida misma. Aunque también hemos aprendido que no todos los héroes llevan capa y que los hombres honestos se quedan contigo cuando les pides quédate a mi lado.

Aprendimos que no puedes vivir sin pasar media noche en París o haber vivido en Manhattan dejándote llevar por la marea de gente que busca su alma gemela hecha en el cielo, y si la cosa funciona quedarte a vivir en el apartamento.

Aprendimos la dignidad de las mujeres en las películas en blanco y negro, y que, si nos necesitan, sólo tienen que juntar los labios y soplar, ¡caramba Humphrey no es tan difícil tener y no tener o adivinar quién viene esta noche!
Aprendimos que el love actually, es muy complicado, y que nuestra poderosa afrodita no siempre nos promete un final made in Hollywood.

Aprendimos que las terapias alternativas te salvan la vida, sino que se lo pregunten a Alice, a mí o a Hanna y sus hermanas. El cine tiene la culpa del mito del amor romántico, de la persuasión, del sentido y la sensibilidad del amor imposible, de las cartas con postdata te quiero. De las memorias de África, de las memorias de la Gheisa. Ellas sólo tuvieron un único amor. ¿Y nosotras aún creemos en eso?

El cine tiene la culpa de la creencia en el destino, en la magia, del Serendipity, de volar por delante de la luna en bicicleta y creer que, aunque nos vayamos a la otra punta de la galaxia estarás aquí mismo para vivir conmigo el contacto, los encuentros en la tercera fase o ir a ver a King Kong en la selva esmeralda.

El cine tiene la culpa de que ya no veamos el mar como un sitio tan seguro porque puede haber un tiburón o un abismo lleno de peligros o soul surfers peinando la quinta ola. El cine nos ha enseñado que los virus se propagan por el aire y que toses en un avión y en veintiocho días eres leyenda.

Que para defendernos de la mala gente todas deberíamos ser maléficas Lara Croft y aprender a pilotar una avioneta, conducir lanchas y coches robados por si el día de mañana se acaba el mundo con un impacto súbito y nos quedamos solos buscando a Wall-E con esa soledad que sólo tienen los números primos.

El cine tiene la culpa de enseñarnos, para que nunca se repita, la vergüenza del spotlight, del Watergate, de la guerra, de la esclavitud, del color púrpura de la sangre derramada, de la inocencia interrumpida y de vivir como zombis desconectados antes de que empiece la guerra mundial zeta.

Porque nuestra vida no es otra tonta película americana y siempre nos quedará París. Aunque si el que nos hace perder la razón, beber agua para elefantes, volver a nacer o nos lee el diario de Noa durante nueve semanas y media es el mismísimo Grey, ya cambia, porque ahí parece que se nos afloja la goma de los calcetines y ya podemos quitarnos el sombrero durante el crepúsculo porque yo antes de ti no tenía ni amigos con derecho a roce, ni soñaba bajo la misma estrella.

El cine tiene la culpa de todo lo que nos va mal, pero yo no dejo de intentarlo, porque esta puede ser mi gran noche. Me voy en busca de la felicidad, espero que tú hoy hagas lo mismo.

Articulo elaborado en colaboración con Roser de Tienda, doctora quiropráctica con especialidad en salud de la mujer y los niños.

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