A menudo nos llegan noticias de personas adultas que, cuando saben que su situación es terminal y tienen sus órganos sanos, deciden donarlos para que puedan servir a otra persona. Pero, ¿y si esta difícil decisión parte de un niño de tan solo once años? Es la historia de Liang, un menor de la provincia china de Guangdong, que luchó durante dos años contra un tumor cerebral maligno.
A medida que pasaban los meses y los tratamientos a los que se sometía Liang no resultaban efectivos, la esperanza de los médicos y familiares en la recuperación se hacía cada vez menor. En lugar de caer en la desesperación, el niño tomo una decisión digna de toda nuestra admiración.
Liang decidió donar todos los órganos que fuese posible porque quería ayudar a los demás. Ese argumento fue el que utilizó el pequeño para comunicarle a su madre la decisión que acababa de tomar. Le dijo, además, que lo hacía porque había conocido a mucha gente buena a lo largo de su corta vida y que él quería ser también un gran chico.
El niño fallecía el 6 de junio y los médicos le sustraían los órganos sanos que este pequeño gran héroe habría querido dejar a otros. Los médicos que le atendieron se inclinaban ante él el día de su muerte como símbolo de respeto. Un ejemplo de humanidad en un cuerpo enfermo de tan solo 11 años.
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