Aunque muchas veces hablamos de “psicología inversa” de manera informal y casi como un sinónimo de “manipulación”, en realidad la psicología inversa tiene su fundamento en una técnica psicológica conocida como intención paradójica.
Se trata de un método que pretende realizar un cambio en la conducta mediante unas instrucciones sorprendentes. Por ejemplo, si un niño no controla el pis, se le podría pedir que intente que se le escape el pis o a otro que se muerda las uñas le diremos que no deje de hacerlo durante un tiempo largo.
Resulta extraño que la forma de acabar con un problema sea precisamente pedirle la persona que lo tiene que lo mantenga. Pero, aunque parezca imprudente, es una estrategia que tiene muy buenos resultados en situaciones concretas y utilizándolo con el apoyo de un profesional.
Psicología inversa: el arte de llevar la contraria
El hecho de que la psicología inversa sea útil en muchas ocasiones está relacionado con el fenómeno psicológico denominado reactancia, que consiste en aprovechar la tendencia a rechazar las normas para conseguir el objetivo deseado. De esta manera, ante un mandato, la persona reacciona llevando a cabo la conducta opuesta por el mero hecho de potenciar su libertad de elección.
La persona que recibe la orden ve en peligro su autodeterminación y opta por hacer todo lo contrario. Existe una serie de factores que resultan determinantes en la eficacia de esta técnica, entre ellos:
- Sensación de libertad: si la persona percibe que tiene libertad total para afrontar esa orden es más probable que lleve la contraria, ya que si considera que no tiene capacidad para negarse a lo que le imponen, no pondrá tanta fuerza en “desobedecer”.
- Importancia de la amenaza: si la amenaza es fuerte, la persona tenderá más a revelarse ante ella.
- Emoción que produce la amenaza: cuanta más necesidad o ganas tenga esa persona de ganar, más probable es que lleve a cabo la conducta contraria a la que le pedimos.
- Calidad de la libertad: si la amenaza hace que se pierda una libertad que la persona considera muy importante, con más probabilidad se enfrentará a ella de una forma reactiva. Si existe una única forma de cumplir esa libertad tan valorada y es la que está en juego con la amenaza que se plantea, más fuerte será la reacción contraria.
- Poder de la persona que amenaza: si la persona que plantea la amenaza es una figura de autoridad para la persona amenazada, la reactancia será menor.
Consideraciones para utilizar la psicología inversa
Utilizar la psicología inversa no se puede reducir a pedir lo que no quiero que hagan para que la respuesta sea la contraria y me salga con la mía. No se trata de un proceso tan sencillo y es necesario tener claros ciertos aspectos para que la técnica obtenga los resultados deseados.
- Si buscamos un cambio de conducta debemos basar la intervención en otra técnica y utilizar ésta como apoyo o como estrategia destinada a disminuir los síntomas. De hecho, su uso tiene más sentido cuando se han probado anteriormente las técnicas que cuentan con más respaldo y fiabilidad y no han funcionado.
- Llevar a cabo esta técnica sin el apoyo de un profesional puede tener el efecto contrario al esperado y potenciar la conducta que se pretende evitar.
- Es necesario adecuar la técnica a cada sujeto ya que las peculiaridades individuales van a determinar su eficacia. Existen grupos con los que la psicología inversa tiene más eficacia, como las personas que no soportan ser controladas o la población adolescente.
- Se trata de una estrategia que se utiliza con frecuencia en niños, en muchas ocasiones produce mejoras y hace que el niño se involucre en la solución de su problema. Sin embargo, mal entendida puede producir que aumente la conducta que pretendemos extinguir.
¿Cuándo utilizar la psicología inversa?
Como hemos comentado antes, esta técnica debe utilizarse cuando otras no han funcionado. En caso de que ésta sí nos resulte eficaz tendremos a favor la duración de la intervención, ya que puede conseguir un efecto rápido en poco tiempo. Puede ser útil, por ejemplo ante, un niño que no controla el pis o que tiene una necesidad continua de morderse las uñas, como hemos comentado antes.
En estas situaciones se planteará a la persona que continúe haciéndolo, en el primer caso es efectivo porque el niño intentará controlarlo y si lo consigue tendrá el refuerzo positivo de haber sabido solucionar el problema.
Sin embargo, si no lo consigue, no se sentirá decepcionado ni tendrá que gestionar la frustración de su fracaso puesto que el pedirle que lo siga haciendo reduce la presión y el sentimiento de culpabilidad en caso de que eso ocurra.
En el segundo caso que planteábamos la orden sería que siga mordiéndose las uñas, pero proponiendo un tiempo largo que le termine resultando desagradable y quitando las ganas de hacerlo, de forma que la frecuencia de la conducta vaya disminuyendo hasta que desaparezca por completo.
Esta técnica se puede utilizar también en adultos, por ejemplo ante casos de ansiedad o problemas de insomnio.
Contenido elaborado por TherapyChat, servicio de psicología online.
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