¿Quién se imagina su vida sin los selfies? Si no te los sacas tú misma, posiblemente vivas rodeada de este tipo de instantáneas cada vez que abres tu perfil en tu cuenta de Facebook o Instagram. Pero no solo nosotras, la gente anónima, sentimos esta necesidad constante de autorretratarnos en diferentes momentos de nuestra vida. Lo cierto es que también las grandes estrellas del celuloide han puesto en práctica esta tendencia fotográfica.
De hecho, el Festival de Cine de Cannes prohibirá a los actores desenfundar sus móviles para hacerse un selfie en la alfombra roja en su edición de este año que se celebrará a mediados del mes de mayo. ¿La razón? El director del festival, Thierry Frémeaux señala que los actores están más preocupados por tener su selfie que por posar ante los fotógrafos profesionales acreditados, entorpeciendo así el trabajo de estos últimos. Y así, la que fuese elegida como palabra de 2014, reabre el debate. Y es que, ¿de dónde viene esa necesidad de retratarnos?
El selfie es, de alguna forma, una representación de nosotros y una verdad que se queda fijada en el tiempo. ¿Su principal objetivo? Transmitir esto al mundo: '¡Esta soy yo y soy genial! Y sobre todo, soy feliz'. Es precisamente esa viralidad de los selfies, la que puede hacer que la fotografía pase de un instante efímero a ser retuiteada a más de tres millones de personas. Increíble, ¿verdad?
Pánico a no ser visibles para el mundo
Pero los selfies no son algo que haya nacido al calor de las nuevas tecnologías, La Historia del Arte europea nos indica cómo en la práctica del autorretrato como género, el artista buscaba eternizar su momento de intimidad consigo mismo. ¿Hacemos nosotras lo mismo con este tipo de fotos?
Ahora, en cambio, lo que verdaderamente nos importa es mostrar nuestro estado anímico al resto, dejar ese rastro de haber pasado por tal o cual sitio con una persona determinada o simplemente en solitario. De esta forma, el selfie se incorpora al viaje y a la experiencia que en parte será modificada al compartirla con aquellos que no han estado físicamente a nuestro lado pero que la comentan, la retuitean o simplemente le dan un 'like' en alguna red social.
Si no lo cuelgas en la red, si no lo compartes, no existes. Serás visto o no serás nada, no habrá peor condena entonces que el anonimato. Esto se traduce en que buscamos incansablemente recubrir ese vacío que puede generar el temor a ser anónimos sacándonos una foto para hacernos visibles al mundo.
Artículo elaborado en colaboración con la Terapeuta Gestalt Verónica Rodríguez Orellana, Directoria de Coaching Club.
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