La realidad que percibimos, ya sea en una persona o en un objeto, menos las expectativas que nos habíamos creado, sobre esa persona u objeto particular, es el grado de satisfacción que nos produce. La fórmula es sencilla:
Realidad – expectativas = grado de satisfacción.
Si percibimos que la realidad es “más” de lo que habíamos previsto, nos sentiremos satisfechas. Por el contrario, si lo que percibimos como real es “menos” de lo que esperábamos, nos sentiremos decepcionadas.
Vamos a centrarnos en la decepción personal, la que sentimos hacia una persona que consideramos no ha estado “a la altura” de nuestras expectativas, ya que suele ser la más difícil de superar. Es muy importante que la decepción no se convierta en resentimiento o victimismo, ya que supone una carga emocional que se va haciendo cada vez más pesada en el tiempo y tiene graves consecuencias en nuestra calidad de vida.
Para mi, existen tres aspectos fundamentales a tener en cuenta, sobre los que reflexionar para no sólo superar la decepción, sino para aprovecharla a favor de nuestra propia evolución personal:
1. Las expectativas las creamos nosotros, y a menudo no tienen nada que ver con lo que es o nos puede ofrecer la persona, es decir, están basadas en suposiciones que hemos hecho y que tienen que ver con nuestro punto de vista personal, nuestras experiencias, deseos, valores,… con nuestra percepción única del mundo. Si te sientes decepcionada con alguien pregúntate, “¿qué me ha sorprendido?”, “¿qué expectativas me había creado?”. La sorpresa es una emoción básica que nos puede dar muchas pistas… es una gran oportunidad de aprendizaje si la sabemos gestionar
2. Si tenemos la necesidad de tener expectativas con una persona, es porque buscamos algo en ella que creemos que nos falta, que no tenemos nosotras mismas. Si eres una persona segura de ti misma, no buscarás alguien que te aporte seguridad, y por tanto, no te decepcionará su posible inseguridad. Al contrario, posiblemente despierte en ti compasión y ternura. Si sabes el valor que tienes, no necesitarás que nadie te muestre su admiración... Aprovecha la decepción para detectar qué crees que te falta …. “¿por qué necesité crearme expectativas con esta persona?”, “¿qué siento que me falta a mí?”
3. Si nos desagrada/decepciona una cualidad de una persona, significa que es una cualidad que negamos de nosotras mismas. Y todo lo que negamos nos persigue, sobre todo a través de las personas que nos rodean. Si no negáramos esa cualidad en nosotras, no nos molestaría. Darnos cuenta de esta realidad nos hace ser más compasivas con nosotras mismas y con los demás. Si nos decepcionamos porque alguien se ha mostrado “humano”, nos exigiremos también a nosotras mismas ser “ideales” en cualquier momento, y esto simplemente no es posible. No ser “ideal” no significa ser “imperfecto”. En todo ser humano hay luz y sombra, cualidades “positivas” y “negativas”, están todos los opuestos. No es posible ser auténtica si no existiera en mi la posibilidad de mentir, al igual que no es posible saber lo que es “arriba” si no existe “abajo”. Entonces la pregunta: “¿qué cualidades veo en esta persona que niego en mí?”
La decepción es un camino maravilloso hacia el conocimiento y crecimiento personal. Podemos utilizarla para generarnos un sentimiento de víctima, que nos lleva inevitablemente al estancamiento y la mediocridad. O podemos asumir la responsabilidad, refiriéndome a la capacidad de responder y utilizar todo para avanzar. ¿Qué eliges tú?
Artículo realizado por Úrsula Calvo Casas, creadora del método Yo ahora, instructora de meditación, experta en Inteligencia Emocional y fundadora del Úrsula Calvo Center (Madrid)
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