El origen del egoísmo
Habitualmente, se atribuye el egoísmo a un amor desmesurado por uno mismo, hasta el punto de que no deja lugar a los demás. Pero si una persona no tiene en cuenta los deseos de sus congéneres, ¿es porque se quiere demasiado?
Veamos...
En las primeras etapas del desarrollo, el niño tiene necesidades centradas únicamente en él mismo: alimentarse, consolarse, cuidarse, mimarse... A lo largo del tiempo, habiendo adquirido más independencia, observa más a los demás, en la familia, el colegio... Esta evolución se pasa sin dificultades si el niño está rodeado de amor, lo que le da bastante confianza en él para así interesarse en los otros. En caso contrario, corre el riesgo de quedarse bloqueado en esa primera etapa, donde todo parecía converger en él.
El egoísmo se deriva del apego del individuo al recuerdo “del niño maravilloso”, al que nunca tiene que faltarle nada.
La persona egoísta no disfruta compartiendo, intercambiando cosas con amigos o interesándose por los otros. Pero esto no significa, por otro lado, que tenga mucho amor por ella misma, ¡sino todo lo contrario!
¿Se puede remediar?
Siempre se puede corregir, pero hay que ser consciente de los problemas e inconvenientes que de ello se derivan. Según el escritor francés Jules Renard: “No hay ninguna razón para ser un poco menos egoísta que los demás: se trata de confesar tu egoísmo”.
El egoísta vive en modo de circuito cerrado. Si entra en comunicación con el mundo exterior, es con el objetivo de servir a sus intereses. En una primera etapa, hay que realizar actos que sean completamente desinteresados. No por ello hay que dedicarse a la filantropía (volviéndose demasiado radical), comienza por prestar servicio a las personas más cercanas a ti, sobre todo a aquellas personas capaces de reconocer tu gesto en su justo valor.
A continuación, la práctica de un deporte puede ayudar a abrirte al mundo. Por ejemplo, las artes marciales son una buena combinación entre concentración en uno mismo, y apertura respecto a los otros.
Para profundizar más en este cambio de actitud, una psicoterapia puede ayudar a dar valor al mundo que te rodea y creer en uno mismo.
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El egoísmo, no es más que un defecto
Evidentemente hay que encontrar el punto medio. Porque, del mismo modo, es importante tomarte tu tiempo de vez en cuando. Así que, teniendo en cuenta esta proporción, ¡piensa también en ti!