Las fuentes de tensión
Tu chico arrastra los calcetines sucios, tu peque rompe el jarrón que tienes de tu abuela, un conductor torpe choca con tu coche... A diario te encuentras con diversas situaciones que pueden generarte tensión y agresividad. En el trabajo, comentarios desagradables y otras pequeñas contrariedades que, a veces, te sacan de tus casillas.
Aprender a relativizar
Es importante saber observar cualquier circunstancia con perspectiva. Ser objetiva frente a la gravedad de la situación y no hacer una montaña de un grano de arena, así evitarás que la pasión prevalezca sobre la razón.
Cuando sientes que pierdes la calma, tómate cinco minutos para reflexionar en lugar de explotar. Respira profundamente, camina, toma un buen vaso de agua y hazte preguntas del tipo: ¿esto es tan grave realmente? ¿Mis gritos van a mejorar la situación? Comprenderás entonces que tu furiosa reacción te consuela en el momento, sin embargo te perjudicará a largo plazo.
Cuidado con tus costumbres
Tener unas costumbres sanas y equilibradas cuida y mantiene la actitud zen. No te saltes una comida y hazlo equilibradamente, evita los excitantes (café, tabaco...) y también los calmantes... Y además, no te olvides de la clave de todo: el sueño, que nos carga las pilas y nos libera de las tensiones del día.
El deporte para distenderse
Caminar, correr, montar en bici o nadar son actividades que permiten desahogarse y desterrar las preocupaciones. Practicado de una a dos veces por semana, el deporte activa la circulación sanguínea y relaja las tensiones musculares. Cuanto más distendida estés a diario, con mejor talante reaccionarás ante los problemas.
Acuérdate de la relajación
Empápate de las técnicas de relajación, del tipo yoga, sofrología, meditación, respiración controlada, masaje y, por qué no, un poco de música. Lo esencial es concederse tiempo, momentos en los que nuestro cerebro se libera de toda la presión. Un buen medio para calmar los nervios y de centrarse en una misma, por encima de otras prioridades.
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