Hace unos meses escuché una historia estremecedora… Una señora de 60 años había fallecido después de varios años de agonía, intervenciones quirúrgicas e inmensa lucha contra diversos tipos de cáncer que se habían ido sucediendo uno detrás de otro… Lo que más me impactó de la historia fue conocer que llevaba varios años sin hablarse con su hija. El resentimiento que la embargaba debía ser más fuerte que cualquier otra cosa en el mundo, incluido el amor hacia su hija y hacia ella misma ya que, cuando estaba a punto de morir, la hija fue a visitarla al hospital y ella se negó a verla. Murió sin hablar con su hija.
¿Causó el resentimiento su enfermedad, la agravó o no ayudó…? ¿Con qué sufrió más los últimos años de su vida, con el cáncer que la llevó a la muerte o con la carga emocional que la acompañó? Yo tengo mis respuestas…
Desconozco las causas del sentimiento que llegó a convertirse en una carga emocional tan poderosa para ella pero, visto “desde fuera”, no encuentro una causa posible que lo justifique.
La gran mayoría de las personas posiblemente no tome una dosis tan alta de veneno emocional, pero dosis más pequeñas también tienen grandes consecuencias en nuestra vida. El bucle de sufrimiento en el que entramos nos hace mucho más daño que aquello que inicialmente consideramos que nos hirió. Y una herida mal curada puede infectarse y tener graves consecuencias…
El resentimiento es consecuencia de un sentimiento mal gestionado, no observado, fruto de una combinación de emociones (enfado, asco, sorpresa), tal vez no manifestado, que se ha alargado en el tiempo hasta convertirse en una carga emocional. Y todo parte de una decepción (sorpresa): una persona determinada no ha actuado de la manera que tú considerabas correcta y te has sentido ofendida, maltratada, humillada (enfado, asco)… O lo que es lo mismo, la persona “real” por la que sientes rencor, resultó no estar a la altura de las expectativas, de la imagen “ideal” que te habías construido sobre ella.
Creo que esta imagen “ideal” que nos hacemos de las personas, y que nos indica cómo deben ser y actuar, cobra especial relevancia cuando se trata de nuestros hijos, ya que de algún modo cargamos sobre ellos la responsabilidad de ser la imagen “ideal” que hubiéramos querido para nosotras. De algún modo pensamos: “yo no pude, pero mi hija sí podrá, y como es parte de mi…”
Es muy importante darnos cuenta de que esa imagen “ideal” la hemos construido nosotras, y que cuanto más alejada esté de la realidad, más fácil será que nos sintamos ofendidas y, con el tiempo, si no lo sabemos gestionar, resentidas.
Si te sientes resentida hacia alguna persona, revisa la imagen “ideal” que tienes o tenías de ella:
- ¿Cómo esperabas que hubiera actuado? ¿En qué te decepcionó?
- ¿Qué imagen “ideal” tienes de esa persona?
- Si no hubieras esperado tanto de ella, ¿te habrías sentido tan ofendida?
- ¿Eres capaz de hacerte una imagen más real de esa persona, teniendo en cuenta que es un ser humano, con sus luces y sus sombras, sus fortalezas y debilidades, como todos
Esta reflexión, si es auténtica, profunda y sincera, te ayudará a comprender. Ese es el primer paso para resolver el resentimiento. Sólo cuando comprendes profundamente, estás en disposición de aceptar. Y sólo desde la aceptación, puede producirse un verdadero perdón. Y el perdón te libera, es el antídoto contra el veneno del resentimiento.
El perdón te libera, es el antídoto contra el veneno del resentimiento.
Artículo realizado por Úrsula Calvo Casas, creadora del método Yo ahora, instructora de meditación, experta en Inteligencia Emocional y fundadora del Úrsula Calvo Center (Madrid)
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