La sidra es mucho más que una bebida. En el norte de España hay toda una cultura alrededor de este producto, que incluye un ritual para servirla del que seguro que has oído hablar: el escanciado. El escanciado consiste básicamente en servir la sidra dejándola caer desde determinada altura, en una ceremonia que es tan llamativa como singular.
Ahora bien, ¿Sabes el por qué de esta forma tan particular de servirla? Como un poco de cultura general nunca está de más hoy vamos a contarte las razones que hay detrás de este ceremonial que ya es famoso tanto entre los habitantes de esta parte de España como a nivel internacional.
La razón del escanciado
La sidra natural no es una bebida gaseosa. Si pruebas la bebida vertiéndola directamente sobre un vaso comprobarás que no tiene burbujas. Pero es precisamente esa sensación burbujeante uno de sus atractivos, y lo que la hace especial. Esa es la razón principal por la que la sidra se escancia en lugar de servirse al modo tradicional en que se sirve cualquier otra bebida.
Cuando la sidra se deja caer desde la altura y choca contra el cristal, la velocidad con la que llega a la superficie se combina con el resultado del proceso de fermentación que ha seguido en su elaboración, y el resultado es que se desprende dióxido de carbono. Ese dióxido de carbono es el responsable de que la sidra forme las burbujas.
O dicho de otro modo. La fermentación de la sidra no es suficiente para que la bebida proporcione esa sensación gaseosa, necesita del empujoncito que le da el escanciado para que las burbujas se manifiesten y dejen en la bebida ese cosquilleo que notamos en el paladar al tomarla.
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Sidra natural vs Sidra gasificada
Sin embargo el escanciado solo proporciona esta característica a la bebida por un tiempo limitado. Si no se consume rápido, y preferentemente de un solo trago, la sidra perderá esa chispeante sensación con el paso del tiempo y volverá a convertirse en una bebida normal.
Por eso, aunque la sidra natural es la genuina, mucha de la sidra que se consume es gasificada. Con objeto de que pueda ser disfrutada de la forma en la que resulta más deliciosa la bebida pasa por un proceso industrial que le añade azúcares y dióxido de carbono. Se logra así que tenga un sabor más dulce y comercial y que mantenga ese burbujeo característico durante mucho más tiempo.