• La derrochadora: Hay que confesar que somos unas cuantas las que formamos parte de este grupo. Un momento de ansiedad o desconcierto sólo nos lo puede aliviar (temporalmente) la compra de un vestido, de un par de zapatos o de una joya. Gastamos sin ser compradoras compulsivas y podemos comprar sin disponer de los medios. Sea fin de mes o no, preferimos no saber cómo anda nuestra cuenta.
• La avara: Es una auténtica ahorradora, mejor dicho, una rácana. Su comportamiento dictado por la necesidad de acumular y conservar su capital hace que consulte de forma regular las cuentas, que compre de un modo razonado, etc. Vamos, que le da mucha importancia al dinero y para ella es símbolo de seguridad material y emocional.
• La generosa: Lo pasa bien viendo disfrutar a sus más allegados y a menudo les compra cosas sin pensar. También es un modo de ganarse el cariño de los otros. Y puede esconder sentimientos de culpabilidad o, al contrario, revelar auténtica generosidad. Raro... raro...
• La equilibrada: Se relaciona con el dinero de un modo saludable y maduro. Sabe cómo gestionarlo, ahorrar cuando lo necesita y gastarlo para disfrutar sin sentirse mal.
Gestionar los gastos paso a paso
• Echar cuentas: Las cuentas son las enemigas de los que malgastan y angustian en lugar de dar seguridad. Sin embargo, son muy útiles y evitan que nos quedemos en números rojos. Lo mejor es convertirlas en una costumbre sin controlarlas a diario por Internet, pero viene bien consultarlas una vez a la semana para estar al día y ver los gastos que tenemos. Otra solución: apuntar los ingresos y extracciones de dinero en una tabla organizada en categorías (gastos fijos, gastos puntuales y extracciones mensuales, por ejemplo).
• Mensualizar: Los impuestos, el seguro del coche, el pago de los servicios bancarios, los préstamos, etc. A veces cuesta retirar una cantidad importante de dinero por miedo a quedarse a cero. La solución: mensualizar los gastos fijos. A menudo se reciben a principios de mes, lo que permite hacerse una idea más clara y no endeudarse sin más cuando el plazo ha vencido. Si puede ser, que te descuenten los gastos pocos días después de cobrar la nómina.
• Prever un presupuesto fijo: Se trata de anticipar cada mes el gasto habitual y aproximado de las cosas del día a día: la alimentación, lo básico, pero también el móvil, internet, el transporte público, el gimnasio, etc. Son cantidades que se deben tener en cuenta de forma automática a la hora de gestionar el presupuesto y descontarlo de la paga mensual.
• Estar en contacto con el asesor financiero: El banquero es tu amigo. No sirve de nada evitarlo, sobre todo si crees que pronto vas a quedarte al descubierto. Aparte de ti, sólo él conoce tus gastos y puede darte soluciones en caso de problemas. No dudes en visitarlo por lo menos tres meses al año para hablar del estado de tus cuentas y, por qué no, tratar la posibilidad de invertir o contratar un préstamo.
• Evitar las tarjetas de crédito diferido: Si sabes que tus cuentas no te lo permiten, por muchas ganas que tengas de realizar esa compra de una suma relativamente importante, evita las tarjetas de débito diferido. Con el tiempo podrías olvidarte de dicho gasto y encontrarte desprovisto a final de mes.
• Prohibido comprar a crédito: Hay muchísima gente que se ha arrepentido de las compras compulsivas que ha realizado a crédito tal y como lo anuncian los grandes almacenes. Minicadenas, electrodomésticos, etc., olvídate de estos métodos si te cuesta gestionar el dinero y opta por ahorrar para pagar todo aquello que necesites.
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• Prever un margen de maniobra: Una compra imprevista, una preocupación económica, etc. Lo mejor es estar preparado para la llegada de cualquier tipo de imprevisto. Piensa en dejar siempre un colchón en la cuenta para no quedarte al descubierto o bien abre otra cuenta que sea para ahorrar y a la que puedas recurrir siempre que se presente una ocasión excepcional.
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