Diálogo pre-matrimonial:
- Tu futuro ex: Hola cariño, mira, he pensado que después de la ceremonia podemos ir al campo montados en un tractor. En la primera zanja de barro de dos metros de profundidad que veamos nos dejamos caer así, con mucho amor, mientras un señor nos hace fotos. ¿Qué te parece? ¿A que es una idea estupenda?
- Tú: Pues espera que lo piense, mmmmm... NO.
Si tu pareja te propone esto antes de la boda, probablemente acabe plantado en el altar pero, por increíble que parezca, es una moda que está subiendo como la espuma. ¿No te lo crees? Pues mira esta galería de fotos para comprobarlo. Si una pareja se sigue queriendo después de verse en estas inquietantes tesituras, es que es amor ¡y del bueno!
Blanca y radiante va la novia... ¿En serio? Ya no. Hay especímenes para todos los gustos y para gustos los colores, nunca mejor dicho. Existen parejas peculiares que en un alarde de vivir al límite se embadurnan de arriba a abajo en el barro, se dejan mecer por el suave tacto de una ola de seis metros o muerden el polvo entre pintura de colores. Y ¿para qué?, te preguntarás. Pues para hacer su álbum de boda. El reportaje fotográfico cándido y meloso con manos entrelazadas, sonrisas bobaliconas y miradas tan intensas que rozan el estrabismo se les queda pequeño. Sí amiguitos, estamos perdiendo el juicio, pero ¿y lo bien que lo pasamos?
A mí es que me embarga la emoción sólo con imaginar a mi novio con un soplete de soldador de forja, fundiéndome el vestido en el que he invertido mis últimos 365 días y mi sueldo Nescafé. En serio, viva el amor.
Siempre se ha dicho que la culpa de todo la tiene Yoko Ono, pero en este caso la tiene el fotógrafo John Michael Cooper, que en 2001 se sacó de la manga esta tendencia destroyer. Le siguieron otros como Steve Gerrard o Mark Theisinger, difundiendo este estilo desde Inglaterra al resto del mundo. ¡Gracias chicos! Para este tipo de sesiones, los novios suelen posar el día después de la celebración y eligen localizaciones como playas, calles, techos de las casas, yunques o edificios abandonados.
Y ojo, que este cuento tiene metáfora y moraleja: se destroza el vestido como acto simbólico de algo que has dejado atrás y no vas a volver a usar (como hiciste cuando quemaste a lo salvaje tus apuntes de Selectividad). Poco importa que lo ensucies, lo mojes o lo rompas, porque ya has encontrado el amor y eso todo lo puede. ¿No me digáis que no es bonito?
Que levanten la mano los valientes, ¿os animáis, verdad?
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