El país de la bossa-nova, la caipiriña y el carnaval tiene un atractivo que pocos países pueden igualar. Grandes espacios verdes, playas infinitas de arena blanca, ciudades con encanto, una gastronomía de ensueño y un gusto por la vida que se refleja en el carácter de sus gentes. ¿A que es un sitio perfecto para ir de luna de miel?
Después de un largo vuelo desde España, sólo con aterrizar en el aeropuerto de Salvador de Bahía os daréis cuenta de que habéis viajado hasta el paraíso. Tras un trayecto de unos 20 minutos hasta la ciudad y después de dejar las maletas en vuestro hotel, refrescaros un poco y descansar, es momento de explorar la ciudad.
Salvador de Bahía fue capital de Brasil en la época colonial, lo que hace que paseando por sus calles se descubran vestigios de la época y se respire una mezcla de culturas amerindias, europeas y africanas. Su casco antiguo, conocido como Pelourinho es, además de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el mayor conjunto de construcciones coloniales de América Latina, integrado por más de un millar de mansiones, casas, palacios, conventos e iglesias de los siglos XVI y XVII. Sin duda, un lugar de obligada visita.
Viajando hacia el sur del país, Moreré es una playa imprescindible de conocer, un espectáculo de la naturaleza reservado para sólo unos pocos. Se trata de un lugar en el que el tiempo parece pararse, no hay conexión a Internet, no se conoce la palabra estrés ni se sabe lo que es tener prisa. Llegar es complicado y una vez allí no querréis iros. ¿Quién no sueña con un escondite así en el que vivir el amor entre el salitre y el sol?
Si os gusta la aventura y la naturaleza, también podéis escaparos hasta la Chapada Diamantina, un parque nacional donde la vegetación es exuberante y los paisajes alucinantes. Largos caminos, montes, cascadas, piscinas naturales… naturaleza en estado puro que os dejará con la boca abierta.
La siguiente parada es Río de Janeiro, donde cualquier excusa es buena para bailar. No importa que haya o no música y no importa el lugar, la alegría se respira y sus habitantes lo llevan en la sangre. Desde cualquier punto de la ciudad podréis ver su símbolo más característico: el Cristo Corcovado, una estatua de 30 metros de altura situado en el punto más alto de la ciudad. Si además queréis disfrutarlo de cerca y maravillaros con las vistas, podéis acercaros hasta él en taxi o funicular.
Paseando por las calles de Río conoceréis de verdad la esencia de esta ciudad. Imprescindible visitar el palacio Itamarati o el Monasterio São Bento, así como el Jardín Botánico y, por supuesto, el Parque Nacional de la Tijuca, la mayor selva urbana del mundo. Probar la fina arena de Copacabana, centro neurálgico de la ciudad, y de Ipanema también es fundamental en vuestra visita. ¡Dejad de lado los celos porque los cuerpos que allí se pueden ver son impresionantes!
Por último, a unas dos horas de Río de Janeiro existen rincones escondidos y menos conocidos para los turistas en general que merecen una visita en vuestra luna de miel. Uno de ellos, aunque hay muchísimos más, es Angra dos Reis, un archipiélago formado por 365 islas, “una para cada día del año”, según dicen.
Su clima, la densa vegetación de la zona y la poca intervención del hombre que ha habido, hacen de este lugar un auténtico paraíso: pasear por sus playas, bucear en sus aguas cristalinas y descubrir sus rincones será la guinda perfecta para un viaje de novios por Brasil.
Texto: Isabel Gallego
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