La vida de una mujer y todas las decisiones que toma a lo largo de su vida se ven condicionadas por un embarazo no deseado. Si es madre, como sucede en muchos casos, durante su adolescencia o juventud, sus opciones de terminar sus estudios serán menores, sus oportunidades laborales se reducirán al disponer de menos tiempo, e incluso condicionará su elección de pareja.
Teniendo en cuenta esta realidad, resulta escalofriante conocer un dato como el de que uno de cada dos embarazos que se producen en el mundo son no deseados. Y de estos, un porcentaje muy elevado acaban en abortos, con el impacto psicológico que ello supone para una mujer. Todos estos datos están extraídos de un informe elaborado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas que se titula “Visibilizar lo invisible” y que pone de manifiesto que el problema de los embarazos no deseados es una emergencia de salud pública con importantes consecuencias en la vida de muchas mujeres.
Una realidad muy preocupante
Pero más allá de las cifras hay que analizar lo que hay detrás. No se puede juzgar a la ligera y creer que estos embarazos son simplemente la consecuencia de actos cuya responsabilidad recae sobre la mujer. Hay una serie de condicionantes que nos muestran que esta gran cantidad de embarazos no deseados forman parte de una realidad más compleja. Desde niñas que se ven expuesta a violencia sexual, hasta dificultad de acceso a la educación, o la no existencia de servicios de salud que asesoren sobre este tema sin juzgar, son numerosos los factores que influyen en el enorme número de embarazos no deseados.
Además, al entrar a analizar la cuestión se comprueba que hay un trasfondo sociológico. No es solo que las mujeres en un momento determinado tomen malas decisiones. Simplemente en muchos lugares no tienen la capacidad de decidir si quieren quedar embarazadas o no. Y en estos lugares, se ha comprobado que los niveles en cuanto a equidad de género son mucho menores.
Diversidad de causas y consecuencias
En muchos casos los embarazos vienen como consecuencia de la imposibilidad de la mujer de decir no al sexo, bien por presión de su entorno familiar, por dependencia económica o porque en su sociedad está mal visto. Además la violencia sexual está más normalizada de lo que creemos en otros países, incluso dentro del matrimonio.
La escasez de opciones anticonceptivas para hombres y la expectativa de éstos sobre que sean ellas quienes se ocupen de este tema es otro de los puntos a considerar a la hora de analizar esta situación.
Todo ello configura un panorama bastante desalentador para las mujeres, que sufren en carne propia las consecuencias de que en sus sociedades la lucha por la igualdad de género no haya avanzado hasta las cotas en que lo ha hecho en países occidentales.
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