Helados del tamaño de una uña o platos combinados con las mismas dimensiones que un dedal son algunas de las propuestas más llamativas de esta moda que ha conseguido hacerse viral gracias a lo curioso de sus presentaciones.
En esta cocina lo importante no es el sabor, aunque también, ni siquiera el aspecto apetecible o no de la misma. Lo verdaderamente importante es lograr una reproducción casi exacta de un plato real pero 12 veces más pequeño que el original.
Los seguidores de esta nueva tendencia, que empiezan a contarse por miles, se definen a sí mismos como una especie de obsesos del detalle culinario. Es el caso de la autora de las imágenes que ilustran esta galería. Su nombre es Kim Clough y, aunque por las noches trabaja como médica científica en un laboratorio, sus tardes las dedica a jugar a las “cocinitas” realizando alucinantes creaciones culinarias –también en formato de laboratorio-.
“Me encantan las miniaturas de alimentos porque tengo la sensación de poder controlar un gran parte del mundo en un espacio minúsculo.”
La respuesta a la pregunta que todos nos hacemos es “no”, no utiliza alimentos reales. Si bien es cierto que esta nueva moda es compartida, a partes iguales, tanto por personas que prefieren utilizar comida real como por aquellas que utilizan medios artificiales para recrearla, en el caso de Kim, la “masa madre” de sus sabrosas creaciones no es ni más ni menos que la fría e informe arcilla.
Aquí puedes ver un ejemplo, en vídeo, de cocina minimalista real:
De cualquier forma, real o ficticia, al final todos los seguidores de esta nueva corriente comparten un gusto híper desarrollado por el preciosismo y los pequeños detalles. Para ellos no importan tanto los medios como el fin, y a la vista de los resultados, el reto está más que superado.
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