Ser feliz es, sobre todo, una decisión personal. La vida siempre nos va a poner problemas, y en el ámbito de la pareja, esto está casi garantizado. Pero según la psicóloga Laura Morán, autora del libro Perfectamente imperfectas, las relaciones pueden funcionar incluso en circunstancias que muchos considerarían motivo de ruptura. Simplemente hay que proponérselo y aprender a lidiar con el problema al que se enfrentan.
Incluso cuestiones como los celos, la infidelidad o la falta de sexo pueden ser manejadas exitosamente si ambos de verdad quieren que el vínculo permanezca. Y es que el amor es más grande que cualquier otra fuerza en el universo.
El sexo tiene la importancia que ambos le quieran dar
Según Laura Morán, ni los cuernos ni la falta de sexo son definitivos para que una relación se rompa. En el caso de las infidelidades, ella misma ha podido comprobar en su consulta como hay parejas que han sabido sobreponerse a una situación tan complicada como esta. Aunque es inevitable que algo así deje ciertas secuelas, la voluntad de seguir juntos, un tiempo para asimilar lo sucedido y el analizar las causas de los sucedido es la receta para superarlo.
En cuanto a la poca frecuencia e incluso ausencia de relaciones sexuales, no es indicativo necesariamente de falta de amor. Hay parejas cuyas prioridades cambian y que pueden dejar el sexo en un plano secundario, sin que ello suponga que hayan dejado de querer estar juntos. El problema suele venir cuando es solo uno de los dos quien deja de estar interesado en el sexo.
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Los celos no son el mayor peligro
Al hablar de celos siempre tendemos a pensar que se trata del mayor veneno dentro de una relación. Pero esta psicóloga opina que con esfuerzo por ambas partes, es un tema que puede sobrellevarse si quien los experimenta aprende a vivir con cierto grado de incertidumbre, y quien es objeto de ellos acepta que su pareja tenga algún margen para expresarlos.
En su opinión, el mayor peligro para las relaciones no está en estos acontecimientos que todos entendemos como crisis, sino más bien en otros que aceptamos como etapas normales pero que pueden desencadenar un cambio sustancial. Ser padres o la jubilación son momentos clave que pueden cambiar la dinámica de una pareja y que en muchos casos suponen el final de la misma.
El otro gran motivo que conduce a la ruptura es mucho más frecuente, pero nos cuesta detectarlo por su naturaleza silenciosa: el desgaste que se produce por la convivencia. El día a día en el que las emociones positivas han desaparecido casi por completo y ese sentimiento de unión se va diluyendo a la par que crecen los desencuentros acaba con muchas más parejas que ningún otro problema.
