Laura Escanes y Risto Mejide acaban de ser padres. Su hija Roma nació el pasado 2 de octubre y, como podíamos prever, iba a recibir muchas críticas. Y era previsible porque la escritora e influencer ha sido durante meses el objetivo de críticas tanto en medios de comunicación como en medios sociales desde que se hizo pública su relación con el publicista. Se cuestionó la veracidad de su relación, se aseguró que empezó a salir con él por interés, se la criticó por su inmadurez y juventud. Tiempo después, cuando la pareja parecía haber dado muestra suficiente de su amor a quienes creían que ese era su deber, el odio pareció quedar apaciguado.
Pero un día Laura anunció que estaba embarazada y, de nuevo como podíamos presagiar, la noticia fue el detonante que una vez más despertó odio de usuarios y periodistas machistas y retrógrados. Fue criticada por hacer deporte, por posar en ropa interior o, simplemente por quedarse embarazada a la edad de 23 años. Se dijo que era lamentable, triste e irresponsable, cuando lo único que estaba ocurriendo era que una chica de 23 años estaba tomando sus propias decisiones.
Claro que con el nacimiento de Roma nada cambió. Y no se trataba solo de usuarios resentidos e imprudentes en su arrojo. Numerosos medios de comunicación creyeron apropiado y necesario publicar “noticias” sobre la forma en que Laura llevaba su maternidad, atreviéndose a publicar informaciones que censuraban su decisión de acudir a una gala benéfica, noticia cuyo titular anunciaba que Escanes había “abandonado a su hija para irse de copas”. Otras informaciones, más insultantes si cabe, se hacían eco de que Laura “ridiculizaba a su hija Roma en las redes sociales” o de que había publicado una “fotografía en bragas después de parir”.
Creerse con el derecho a juzgar la maternidad y otras formas de machismo
Lamentablemente Laura no vive una situación aislada. La cantante Soraya Arnelas recibió críticas por salir a cenar con su pareja y padre de su hija, Miguel Ángel Herrera, después de haber dado a luz. Huelga decir que no se cuestionó la decisión de él: solo ella fue calificada de “mala madre” y recibió todo tipo de lecciones de moral de quienes se creen con el derecho de reprobar las decisiones de las mujeres. Quienes nos creen incapaces o faltas de juicio para ser madres y hacerlo bien.
Ellos, por supuesto, nunca serán criticados por la forma de ejercer la paternidad, si han salido por la noche, si han dejado a sus hijos en casa, si se han ido de viaje o si se han puesto unas prendas u otras. Mientras tanto, a nosotras se nos juzgará por no alcanzar las expectativas que el patriarcado nos ha asignado históricamente, por no perpetrar los estándares que tradicionalmente se consideran adecuados a ojos de quienes viven cómodos en una sociedad machista. Para ellos nunca es suficiente. Nos niegan el derecho a vivir de la forma que queremos, asumen que no sabremos tomar la decisión correcta
Conciben a las madres sometidas y subyugadas. Mujeres entregadas a la maternidad, al cuidado de su familia, siempre a disposición de las necesidades del otro. Solo eso es para el machismo una buena madre: la mujer que al formar una familia se olvida de sí misma y solo existe para los demás. La idea retrógrada y antigua que asume que nuestro único cometido en la vida es dar a luz y hacer feliz al resto es la misma idea que desatiende y desprecia los deseos y necesidades de las mujeres, que son distintos, complejos, personales e igual de respetables.
No dejamos de ver opiniones y artículos vejatorios, arcaicos y llenos de rabia y críticas infantiloides hacia mujeres que lo único que hacen es tomar sus propias decisiones. Juicios insultantes de quienes alzan orgullosos la bandera de los valores tradicionales que definen lo que para ellos es una buena madre. Y lo hacen sin remordimiento, sin pararse a pensar si es o no justo, demostrando que no tienen ningún asomo de duda.
Lo hacen quienes no saben lo que significa ser madre ni ser mujer, esos mismos que se jactan de que la sociedad patriarcal es un invento de las mujeres insatisfechas y furiosas. Los mismo que alardean de que el feminismo es una epidemia. Y en esto último tienen razón. El feminismo es una epidemia que no puede ser aplacada porque tiene la fuerza y la voz de todas nosotras.
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