Inifinite Flow nació en Los Ángeles, de la mano de Marisa Hamamoto. La fundadora de la compañía fue consciente de lo que conllevaba ser excluida durante su último curso en una escuela de artes escénicas de California. Estaba lesionada y ningún compañero la eligió para la exhibición de fin de curso. Fue entonces cuando se percató de que no era la única que había sido desplazada por los compañeros y decidió formar un grupo con todos ellos. Ella misma, en la página web de Infinite Flow, lo denomina como su primer acto de inclusión.
Más tarde, cuando estaba en la universidad, sufrió una parálisis del cuello hacia abajo durante una clase de baile y le diagnosticaron infarto de la médula espinal, lo que se podría traducir en no volver a bailar. Afortunadamente, dos meses después salió del hospital y fue recuperándose poco a poco. El baile de salón, que comenzó a practicar en 2010, le ayudó mucho durante el proceso de curación. No obstante, no fue hasta 2014 cuando descubrió el baile de salón sobre silla de ruedas, un ámbito aún muy poco desarrollado. Ese hallazgo marcó su carrera y supuso el inicio de un proyecto en el que se une su pasión por el baile y su lucha por la inclusión.
Aunque se trata de una compañía joven, cada vez cuenta con más integrantes. Ya han instruido a más de 200 alumnos en silla de rueda y han realizado más de 50 eventos. ¿Sus objetivos? Aumentar el acceso a la instrucción de danza de calidad para las personas con discapacidad en entornos inclusivos y construir una compañía de danza profesional a nivel mundial que incluya a bailarines con o sin discapacidades para romper las barreras percibidas tanto en las artes escénicas como en la vida cotidiana.
¡No te pierdas su primer flashmob!
LETTER
Y además:
¡Muévete sin parar! 8 beneficios de bailar para la salud
Lindsay Hilton, la atleta sin brazos ni piernas que no cree en los límites