La alimentación de los niños durante sus primeros meses y años de vida sienta las bases de su desarollo en la edad adulta. Y aunque las proteínas son uno de los macronutrientes más importantes en el desarrollo de su estructura muscular y ósea, las dosis deben ser controladas cuando se trata de la alimentación de un bebé. Pero, ¿por qué?
Los órganos del bebé todavía no están lo suficientemente desarrollados para procesar y metabolizar grandes cantidades de proteínas y, por ello, un consumo no controlado de este nutriente puede provocar estragos en su salud. En este sentido, la leche materna es la mejor forma de asegurarle a nuestro bebé una alimentación adecuada y una dosis correcta de proteínas, ya que su fórmula está diseñada para aportarte a nuestro pequeño la cantidad exacta de macronutrientes y micronutrientes que precisa en cada etapa de su desarrollo.
Las etapas de la leche materna
Durante los primeros meses de vida, el bebé necesita en cada etapa un aporte concreto de proteínas que garanticen su correcto desarrollo, pues cumplen un papel fundamental en la construcción de su cerebro y sus músculos entre otras cosas. La mejor forma de cubrir estas necesidades es a través de la lactancia materna, cuya composición química varía con el paso de los días para adaptarse a las necesidades de nuestro bebé. Así, se inicia con el calostro, que poco a poco cambia su composición para convertirse en la leche madura, que sirve de alimento a nuestro bebé durante un largo espacio de tiempo. La fase intermedia que une a ambas, es la leche de transición.
Calostro. Es el líquido que precede a la leche materna y que segregan las glándulas mamarias durante el embarazo y los días posteriores al parto. En comparación con la leche materna madura, el calostro contiene una cantidad inferior de lactosa, grasa y vitaminas hidrosolubles, pero es rico en proteínas IgA y lactoferrina, responsables de combatir las posibles infecciones que pueda sufrir el bebé.
Leche de transición. Los días que dura el calostro varían en cada caso, ya que depende de la mamá y el bebé, pero siempre comprende entre los 3 o 5 días inmediatamente posteriores al parto. Es a partir de entonces cuando las glándulas mamarias comienzan a segregar la leche de transición, un proceso que se denomina comúnmente "la subida de la leche". Este tipo de leche, que en comparación con el calostro es mucho más abundante, tiene menos proteínas, pero una mayor cantidad de componentes esenciales como el calcio, los ácidos grasos o la lactosa. Su composición va adaptándose a lo largo de los días hasta convertirse en la leche madura.
Lecha madura. Pasados entre 10 y 15 días desde el nacimiento del bebé, comienza la producción de leche madura, más rica en lactosa, grasas y ácidos grasos esenciales. Su composición final depende de las necesidades específicas de tu bebé, pero de entre todos sus componentes, las grasas son los que más varían durante los minutos que dura la toma, ya que dependen de lo lleno que esté el pecho. Así, al principio de cada toma, la leche contiene menos grasa y, sin embargo, hacia el final, contiene hasta 4 o 5 veces más concentración de este nutriente. De esta manera, el bebé sacia primero su sed y, después, su apetito. Este tipo de leche es inmunomoduladora, es decir, estimula el desarrollo del sistema inmune del lactante.
El equilibrio perfecto en el aporte de proteínas
De entre las más de mil proteínas que contiene la leche materna, existen dos de ellas que son fundamentales: la caseína y el suero de leche. La primera tiene propiedades antimicrobianas y, además, cumple un importante papel a la hora de saciar el hambre de tu bebé, ya que una vez combinada con los ácidos de su estómago, se convierte en cuajada. El suero de la leche, por su parte, es rico en anticuerpos, por lo que es clave para fortalecer su sistema inmunológico. Estas proporciones, como decimos, varían con el paso de las semanas hasta que las cantidades se igualan en la leche materna madura.
Así, a medida que tu bebé crece y desarrolla sus propias defensas, la composición de la leche se adapta, y las enzimas protectoras y los anticuerpos de la leche se reducen en proporción. Mientras, la enzima lisozima, responsable de luchar contra las bacterias, aumenta. Y aunque las proteínas se siguen sintentizando al mismo ritmo, se diluyen y asimilan más fácilmente dado que la cantidad de leche aumenta.
Así, para garantizar la buena calidad de la leche materna, es fundamental que como mamá lleves una dieta equilibrada, completa y variada en la que no falten calcio, hiero, vitamina C, vitamina D ni ácido fólico. Recuerda que cuidar tu dieta es cuidar de la salud de tu bebé.
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