Las cifras resultan muchas veces demasiado frías cuando tras ellas se esconde una lacra social como es la violencia de género. Después de aquellas estadísticas estremecedoras que databan en 700 las mujeres asesinadas por sus parejas en la última década en nuestro país, conocemos hoy el balance de un año que acumula ya 36 víctimas mortales de la violencia machista, tres más que en el mismo periodo del año anterior. La última de ellas, una mujer brutalmente asesinada a manos de su pareja en Móstoles. Y, aún hay más, ya que se está investigando si el asesinato de una mujer y su padre en una playa cántabra podría haber sido cometido por una ex pareja de la víctima.
Los datos que anuncia el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad hablan de un problema que no deja de crecer, a pesar de la labor de sensibilización social que ha tenido lugar en los últimos años. Estas cifras cedidas por el Ministerio sacan a la luz algunos datos relativos a este tipo de violencia. Por ejemplo, solo 11 de las 36 mujeres asesinadas habían interpuesto denuncias previas a su agresor y, de ellas, dos habrían retirado la acusación tiempo después.
Un total de ocho mujeres habían solicitado medidas de protección pero tan solo tres de ellas las mantenían en vigor en el momento en el que fueron asesinadas. Casi la mitad de los maltratadores intenta suicidarse una vez que ha pertrechado el crimen. En lo que va de año, once de los asesinos se suicidaron y tres de ellos lo intentaron.
Los hijos son, a menudo, grandes damnificados de este tipo de violencia. En nuestro país, la violencia de género ha dejado huérfanos a 23 menores en los ocho meses trascurridos desde que comenzase el año. Los niños son a menudo testigos y víctimas de un lastre social que les arrebata a sus madres y les aleja de unos progenitores que despedazan su infancia.
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