Que los adolescentes beben no es nada nuevo. Lo que parece nuevo es la temprana edad a la que empiezan y que además lo hacen a lo grande: directamente al coma etílico. La historia de la menor que murió hace unos días por en estas circunstancias estando de botellón en un pueblo de Madrid (San Martín de la Vega) ha reabierto de nuevo el debate social. ¿Por qué los adolescentes comienzan a beber tan pronto? Ven en el alcohol diversión e inhibición. Muchos padres asisten perplejos a la imposibilidad de controlar lo que hacen sus hijos en cuanto salen por la puerta de casa y claman por una regulación de las tiendas que venden alcohol, pero ¿eso acabaría con el problema?
¿Por qué beben los adolescentes?
Uno de los estudios realizados recientemente por Coaching Club, centro pionero en España de terapias grupales, analiza la situación sobre el ascenso del botellón entre la población de 12 a 16 años. Una de las diferencias más importantes entre el consumo entre adultos y adolescentes, es la falta de autocontrol que es propia de la adolescencia. Esa sensación que se tiene en la más temprana juventud sobre la propia invulnerabilidad y la inmortalidad. Los adolescentes creen que “controlan” pero la estadística de las últimas noticias, nos dicen que eso no es del todo cierto y que es muy difícil resolver el problema.
Nuevos modelos educativos
La mayoría de los padres queremos desmarcarnos de la educación, en algunos casos rígida, que nos dieron nuestros padres. Con esa idea en mente, hemos pasado del control férreo de nuestros padres y profesores, a ser unos padres permisivos e indulgentes, salpicados por la culpabilidad de las largas jornadas de trabajo que nos mantienen fuera de casa para poder dar a nuestra prole todos los caprichos materiales que compensan nuestra ausencia y el cansancio con el que llegamos.
La mayoría de las familias tienen horarios distintos y las comidas o cenas en familia son cada vez más escasas. Hay pocos momentos para charlas sobre los valores o las soluciones con las que van a resolver los retos a los que se van a enfrentar los niños diariamente. Muchos niños crecen en dos casas con diferentes normas educativas tras los divorcios. Incluso la autoridad de los maestros está siendo cuestionada continuamente. Hay una crisis de valores generalizada y eso se muestra en cómo están creciendo las nuevas generaciones. Niños alérgicos a la hipocresía, que escudriñan a los mayores para ver si son honestos y coherentes entre lo que dicen y lo que hacen.
El aprendizaje empieza en casa
Tenemos la oportunidad única de reinventar la forma en la que educamos a nuestros hijos en una era en la que la información les llega por muchas vías diferentes que no somos nosotros. Internet, les ha abierto un mundo en el que cuando no saben una cosa, la buscan y por eso tal vez los consejos llenos de prejuicios de los adultos ya no son requeridos. Para avanzar tendremos que reinventar nuestro papel como padres o educadores.
- Vincularse con los niños desde que son pequeños. Un niño que se siente comprendido, amado y bien cuidado es un niño que crece al lado de adultos comprensivos, maduros y empáticos. Este tipo de niños saben cuidarse y cuáles son sus límites en menor tiempo que los que no se sienten en un entorno seguro.
- Pasar tiempo hablando de los grandes temas de la vida con ellos. Imaginemos que somos una gran enciclopedia y trasmitamos a nuestros hijos las cosas que sabemos sin prejuicios, sólo como conocimiento de cómo funcionan las cosas para vivir feliz según los valores universales.
- Si mantenemos una relación de confianza e independencia mientras los niños crecen, será más fácil que sean adolescentes que confíen en nosotros y les sepa mal mentirnos u ocultarnos la realidad de lo que les pasa.
- Los niños imitan todo lo que hacemos. Si nosotros no somos un buen modelo a seguir, ellos tampoco lo serán. Si bebemos, beben. Si fumamos, fuman. Si mentimos, mienten. Cuando los niños tienen problemas, por mucho que nos pese, la familia está en el punto de mira como causa directa de la disfuncionalidad del niño.
- La familia debe ser el sitio donde los niños hacen pruebas de ensayo y error en un entorno seguro. Probar el alcohol y sus efectos en familia, y poder hablar de ello después de la resaca, es una buena experiencia para ellos y nosotros.
- Abramos nuestro corazón, para explicarles cuán vulnerables o sensibles somos y cómo podemos superar nuestros problemas sin necesidad de evadirnos. Ser un ejemplo de alta autoestima.
Soluciones a largo plazo
Además de aumentar el precio del alcohol y regular sus puntos de venta, nada ni nadie puede salvar a los niños de todos los peligros de la vida, pero cultivar la intimidad con ellos, entenderles, fomentar el desarrollo de su sentido de la responsabilidad para cuidarse, ayudándoles a mejorar el control y las consecuencias de sus actos.
Enseñarles a cuidarse y a no dejarse presionar por el grupo. Facilitarles información sobre los peligros reales para la salud de la bebida, las drogas o las amistades perniciosas. Darles facilidades para avisarnos si salen de fiesta y sus amigos no respetan su idea de no beber o quieren volver antes a casa. Que entiendan que pueden divertirse sin la necesidad de beber para desinhibirse, porque la libertad se cultiva desde dentro hacia afuera, no al revés.
Todas estas cosas dependen de nosotros. Cuidemos el entorno, las amistades de nuestros hijos, y vivamos con ellos como adultos emocionalmente cultos, eso les proporcionará un buen fondo emocional, que a la larga será lo más parecido a un poder protector que les acompañará siempre. Eso será nuestro legado y es nuestra obligación como padres, hacer de ellos personas con un marcado sentido común, que sepan cuidarse cuando crezcan y deban enfrentarse a los peligros del mundo sin nosotros.
Contenido elaborado en colaboración con Roser de Tienda
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