Uno de los retos más importantes del siglo XXI es ayudar a los niños a crecer y ser felices en un entorno mundial cambiante y lleno de desafíos. Los niños de hoy serán los adultos a cargo de nuestro mundo mañana, por eso es importante recordar que, parte de ese futuro lo estamos construyendo hoy.
El efecto Pigmalión no es un descubrimiento nuevo, pero vale la pena pararnos a reflexionar sobre cómo hablamos a los más pequeños y la influencia que tiene sobre su desarrollo las etiquetas que les adjudicamos.
Los niños van formando el concepto que tienen de sí mismos a partir de las valoraciones y expectativas que reciben de su entorno y de sus personas de referencia (sus padres, sus profesores…) y que determinarán en mayor o menor medida quiénes serán en el futuro. Hoy, tenemos la oportunidad de apoyar a nuestros hijos con mayor inteligencia emocional, avanzando con los tiempos. Por ello, tomemos nota de algunos consejos que nos ayudarán en desarrollo de una infancia feliz y un adulto con una buena autoestima.
- Hablar a los más pequeños con el método de “Escucha Activa”. Todos los Royal, presidentes y personas públicas, (los príncipes de Gales, Obama, etc.) están mostrándonos cómo escuchan a sus hijos con este sencillo método, que consiste en ponerse a la altura de la cara del niño. Con este método se destierra la presencia omnipotente que nos da la altura en comparación a la de un niño, creando un marco de confianza y respeto mutuos. Por otro lado, también es una manera de mejorar la concentración de los niños, sobre todo aquellos que tienen trastornos de atención como el TDAH.
- Aceptar a los niños como son y estimular sus capacidades innatas. Cada niño es especial y hay que ayudarles a que se desarrollen en su máximo potencial. Eso no tienen que ver con lo que nosotros queremos, sino con ayudarles a conocer sus talentos y a que los desarrollen.
- Se les debe felicitar por los logros y explicar con ternura el origen de sus fracasos. Cuando los niños consiguen superar un reto, por pequeño que sea, debemos felicitarlo para que su confianza crezca. Cuando llegan los fracasos ya sean deportivos, escolares o sociales, debemos averiguar cuál es el origen de su fallo y ofrecerle nuestro soporte y ayuda para superarlo.
- Ser cariñosos. Los niños que se sienten amados por su entorno progresan más rápido que los que sienten que el amor de los mayores depende de lo exitosos que sean. Son niños que se sienten valorados pase lo que pase y se dan cuenta que su casa es un lugar seguro y estable al que volver y donde crecer y madurar.
- Apoyarles en los momentos difíciles. Cuando los niños tienen problemas debemos enseñarles a darse cuenta por qué las cosas no van cómo a ellos les gustaría y cómo con voluntad y dedicación podrán conseguir las metas que desean.
- Pasar tiempo con nuestros hijos. Para fortalecer la confianza de nuestros niños es importante que les dediquemos tiempo y nuestra presencia incondicional. Está muy de moda pasar tiempo de calidad en vez de cantidad, pero si puede ser cantidad y además de calidad, se establece una base de diálogo y de confianza con el adulto, que se mantendrá a lo largo del crecimiento y contribuirá a sobrellevar períodos más difíciles como la adolescencia.
En definitiva, debemos recordar que la infancia es el momento donde se forja la personalidad y el carácter de una persona. Los adultos debemos hacer un esfuerzo para ser coherentes entre lo que enseñamos y lo que hacemos. No sólo para ganarnos su respeto, sino para fortalecer su autoestima, la confianza en sus capacidades y en la resilencia que deberán mostrar a lo largo de su vida, cuando al fin vuelen sin nosotros.
Contenido elaborado en colaboración con Roser de Tienda
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