El mérito, sin robarle protagonismo a la indudable fotogenia de Nala, es de su dueña, Varisiri Mathachittiphan. Ella fue quien la encontró abandonada en un refugio de animales. Tenía tan sólo cuatro meses y no pudo resistirse a llevársela a su casa de Los Ángeles, California. Aquello sucedió en 2012, y Nala aún no sabía que la fama estaba a la vuelta de la esquina, Instagram mediante. Su dueña comenzó a fotografiarla y en poco tiempo los seguidores subieron como la espuma, hasta alcanzar 1.300.000. No te pierdas el fenómeno:
Con gafas a lo hipster, con pajarita o vestida de oso panda, lo cierto es que Nala es irresistible. Nos quedamos con sus selfies antes que con los de Kim Kardashian.
Y a ti, ¿qué te parece?
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