El parto es el fin de un proceso natural de nueve meses de duración, tan natural como lo es embarazo. Lo ideal es que comience de manera espontánea alrededor de la semana 40 de gestación, pero hay casos en los que la inducción artificial al parto es necesaria por algún motivo relacionado con la obstetricia que podría comportar un riesgo para la salud tanto de la madre como del bebé al que va a dar a luz.
Inducir el parto significa, ni más ni menos, que provocarlo de manera artificial mediante una serie de procedimientos mediante los cuales se busca madurar el cuello del útero (un proceso denominado maduración cervical) y provocar las contracciones que éste necesita para la dilatación y el inicio del alumbramiento. Así, si bien es cierto que es preferible dejar el curso de la vida en manos de la naturaleza, siempre es necesaria una valoración de las circunstancias que permitan determinar el grado de riesgo tanto para la madre como para la criatura.
¿En qué casos se induce el parto?
Existen indicaciones médicas que necesitan la provocación artificial del nacimiento, aunque la principal es la superación del término, esto es, que el embarazo haya alcanzado las 39 semanas a partir de la última regla. Este plazo contempla una "flexibilidad" o plazo de dos semanas, es decir 41 semanas en total. A partir de este momento, la placenta se envejece, de modo que ya no asegura todas sus funciones.
En realidad, la placenta es un órgano con una vida muy corta. Se forma al rededor de las 12 semanas de embarazo y, una vez ha cumplido su función (esta es, proporcionar nutrientes, agua, oxígeno y anticuerpos que puedan ayudar al bebé a a protegerse contra las enfermedades), debe salir del cuerpo debido a que con el tiempo va perdiendo la capacidad de regeneración que poseía anteriormente.
Si bien es cierto que la placenta suele envejecerse cuando se acercan las últimas semanas del embarazo, es posible que lo haga antes y puede resultar muy peligroso para el bebé, puesto que podría estar sufriendo debido al envejecimiento prematuro de la misma por falta de nutrientes, falta de oxigenación, problemas cardíacos… Otras de las causas por las que se produce el envejecimiento de la placenta estan relacionadas con las características o posibles enfermedades de las madres, como la diabetes o la existencia de una presión arterial alta.
En cualquier caso, médicos, especialistas y matronas hacen un seguimiento del estado la madre y del niño a lo largo del embarazo que refuerzan en el caso de que exista indicios de un envejecimiento prematuro de la placenta. Si todo va bien, se puede esperar un poco antes de proponer la provocación del parto en la semana 42.
Conviene mencionar que solo alrededor del 3% de los niños nacen en la fecha estimada por los profesionales, aquella en la que la embarazada sale de cuentas. En teoría, porque la mayoría de ellas como indica ese porcentaje, lo hace en los días anteriores o en los días posteriores al mismo, ya sea una semana o dos antes o una semana o dos después. Si se diera el caso de la segunda opción, tanto la matrona como el médico harían un seguimiento diario para determinar si fuera necesario proceder a la inducción del parto.
Si bien es cierto que, como el resto del proceso se ha llevado a cabo de manera natural lo suyo sería que el último empujón (y nunca mejor dicho) ocurriera de la misma manera, puede darse la oportunidad de que algunos médicos o especialistas opten por tener en cuenta otros factores en la decisión de provocar el parto: conveniencias personales (profesionales, por ejemplo), organización de la planificación del hospital, el deseo de la madre de dar a luz con el médico o la matrona que la ha seguido durante el embarazo…
En cualquier caso, debe quedar claro que el desencadenamiento del parto depende de factores químicos y hormonales del bebé y es solo él quien debe "decidir" cuándo salir, ya que sus sistemas endocrino y nervioso buscan el momento concreto para hacerlo. Así, podemos llegar a la conclusión de que no se le debería forzar a nacer antes de tiempo sin una justificación concisa.
Otros casos por los que los sanitarios deciden provocar el parto
Además del denominado embarazo "prolongado" mediante el cual se pueda poner en riesgo el estado del feto debido al envejecimiento de la placenta, también se puede proceder al parto inducido por otros motivos, como la rotura prematura de la bolsa o saco amniótico, cubierto de membranas que cubren al embrión. Se supone que cuando éste se rompe (y llega la esperada frase de "he roto aguas"), el parto debería comenzar de forma espontánea entre las 12 y 24 horas del día siguiente.
El médico y la matrona se plantearán la inducción del parto en el caso de que no comiencen a producirse las contracciones una vez se hayan roto las membranas y el saco amniótico. También lo harán por causas que puedan poner en peligro tu salud (como ya hemos visto, enfermedades cardíacas, preeclampsia o diabetes) o bien por causas que puedan hacer peligrar la vida del bebé (retraso de su crecimiento, infecciones o falta de líquido amniótico, entre otros).
¿Cómo se efectúa?
Al inducir el alumbramiento, se intenta imitar en cierto modo lo que le ocurriría al cuerpo de una mujer si el parto comenzara de manera natural y espontánea, esto es, como si se hubiera dado un proceso de maduración del cuello del uterino seguido de una serie de contracciones rítmicas que iniciaran el proceso de expulsión del bebé.
Cuando no se dan causas médicas (enfermedades o riesgos tanto para la madre como para el niño), la matrona recomendará a la primera el seguimiento de una serie de métodos naturales para acelerar el parto, como praticar sexo, hacer ejercicio, recibir técnicas de acupuntura o darse baños calientes. Es importante advertir que ninguno de ellos tienen base científica pero se cree que mediante todos ellos, la mujer libera prostaglandinas, unas hormonas que cumplen la función de preparar el cuello del útero y ayudan a que éste dilate como respuesta a las contracciones.
Existen diferentes sistemas de parto inducido, que se eligen en función de las condiciones del estado del cuello del útero y de la posición en la que se encuentre el bebé, lo que podría conducir a una cesárea. Por ejemplo, en el caso de que no se produzca el alumbramiento a pesar de que el cuello uterino esté ligeramente dilatado y el bebé se encuentre en una posición óptima, es suficiente con que el médico abra el saco amniótico rompiendo sus membranas.
Esta es la denominada maniobra de Hamilton, que consiste en separar con un movimiento circular del dedo las membranas del útero con el fin de estimar el trabajo del parto sin recurrir a fármacos u otros metodos artificiales. La finalidad de esta maniobra consiste en estimular de manera natural esta zona para provocar la liberación natural de prostaglandinas que provocan las contracciones. Una vez practicada la maniobra, el parto no suele tardar más de un día en dar sus primeros síntomas.
Si el feto se encuentra en una posición óptima pero el cuello del útero no está suficientemente dilatado, se recurre a una serie de fármacos y geles que se aplican vía vaginal porque contienen prostaglandinas, las cuales aceleran la dilatación y estimulas las contracciones del conducto uterino necesarias para el gran momento. También se pueden administrar como supositorios o comprimidos.
En el caso de que, después de la ruptura de membranas el parto no se produce de forma espontánea, se puede recurrir al uso de la oxitocina, una hormona que favorece la aparición de las contracciones y que el cuerpo de la mujer la suele liberar de manera inconsciente durante las relaciones sexuales o durante la lactancia materna. También se puede administrar por vía intravenosa, siempre en dosis reducidas y monitorizando en todo momento tanto el estado del feto como el del útero.
¿Debería de tener miedo a la inducción del parto?
Desde el momento en que una mujer sabe que está embarazada, su mayor deseo será que el embarazo se desarrolle de manera normal y natural durante los meses de gestación y que, como es lógico, el feto no sufra ningún problema durante su evolución en el interior de la placenta.
Sin embargo, cada cuerpo reacciona de una manera diferente y es muy difícil prever cómo podrá dar a luz sin presentar patologías previas que, no obstante, serán vigiladas por el médico y la matrona durante las semanas de gestación. En cualquiera de las circunstancias en las que te veas presente, debes tener en cuenta que son procesos largos y tensos que exigen mucha paciencia a la hora de afrontarlos.
Por eso, es necesario que pongas en práctica todo lo que hayas aprendido en los cursos de preparación al parto en lo referente a la respiración, el movimiento y las posturas, además de que puedes apoyarte en tu pareja en los momentos mas desesperantes de la espera, porque en lo único en lo que pensarás es en tener a tu bebé sano y salvo entre tus brazos.
Pero, esto depende exclusivamente de cómo reaccione tu cuerpo y si está en sintonía con lo que "quiere" el bebé que estás esperando. No te estreses, los médicos siempre optarán por lo que sea mejor para los dos y te mantendrán informada en todo momento mediante un sistema de monitorización con el que puedan valorar la situación de ambos.
Porque no vamos a mentiros, las contracciones duelen (y mucho), de modo que si encima son provocadas el cuerpo reacciona de una manera mas brusca ante ellas, ya que son mas fuertes y prolongadas. Este es uno de los motivos por los que muchas mujeres no quieren ni hablar del parto inducido, ya que éste lleva implícito la palabra sufrimiento, pero no debes desanimarte en el caso de que vayas a permanecer varias horas en la sala de dilatación.
Beneficios del parto inducido
Una de las cosas que debes tener en cuenta desde el momento en que sepas que estás embarazada es que debes buscarle soluciones a todas tus preguntas de la mano de tu médico o de la matrona. Es fundamental que despejen todas tus dudas de cara a los próximos meses y al tramo final del embarazo. Además, debes pensar en la importancia de las clases de preparación al parto, que te pueden ser muy útiles de cara al que podría ser el día más importante de tu vida.
En cuanto a los beneficios, podríamos decir que una de las principales ventajas de practicar un parto inducido es que garantiza la seguridad del feto, de modo que los bebés que se vean expuestos a ello tendrán menos riesgo fetal que aquellos que no lo estén. Además, aumenta su supervivencia en los casos en los que permitir la continuidad del embarazo presente riesgos tanto para la madre como para el bebé.
De este modo, se reduce la incertidumbre decido a la vigilancia total del nacimiento, lo cual es muy tranquilizado para la madre y permite reaccionar rápidamente por parte del médico y la matrona en caso de complicaciones. Además, permite saber el día exacto del nacimiento del nino, lo cual también permite cierta relajación maternal.
Los inconvenientes
Así como inducir el parto busca provocar el proceso mediante el cual el cuerpo se prepara para borrar el cuello del utero y permitir la dilatación máxima para el parto, también puede darse la situación de que la inducción no sea efectiva y, por tanto, no se den las condiciones para parir por vía vaginal. Es por eso que en muchas ocasiones los medicos suelen acabar recurriendo a cesáreas para evitar cualquier tipo de riesgo fetal y maternal.
Esto se debe a que, cuando se trata de un alumbramiento provocado, el útero no esta lo suficientemente maduro y por ese motivo es posible que no responda a las hormonas, en este caso la oxitocina o las prostaglandinas, que se le administren a la madre. También puede darse el caso de que el conducto uterino no reciba la estimulación que necesita para su dilatación, de modo que las contracciones sean más bruscas y dolorosas que si se tratara de una expulsión natural.
A veces se da el inicio de este pero no se consigue mantener el ritmo, por lo que en ciertas ocasiones se requiere ayuda instrumental que, junto con las contracciones provocadas de manera artificial, pueden interferir con el flujo sanguíneo. De este modo, se produce un sufrimiento fetal debido al uso de fórceps para sacar al bebé.
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