La placenta es uno de los órganos más importantes durante el embarazo, ya que es el responsable de alimentar al bebé durante la gestación. Comienza a formarse una vez que el embrión se implanta en el útero y, a través de la sangre que circula por ella, la mamá transmite al bebé el oxígeno y los nutrientes necesarios para que el feto se desarrolle adecuadamente. Pero, además de esta función, la placenta permite que el bebé expulse deshechos, le transmite hormonas y le protege a nivel físico e inmunológico.
En un embarazo normal, el ciclo de la vida de la placenta finaliza en el parto, cuando ya no es necesario que desempeñe ninguna de las funciones mencionadas. Es entonces cuando se calcifica. Sin embargo, en algunos casos la placenta envejece de forma prematura, es decir, antes de que finalice la gestación. ¿Qué ocurre entonces?
¿Cómo saber si tienes una placenta envejecida?
La placenta envejecida, vieja o hipermadura es aquella que no desempeña con normalidad la función de alimentar al bebé. Por ello, puede provocar que el parto se atrase,, ya que el niño no se desarrolla a un ritmo normal, sino más lento.
La manera de detectar el envejecimiento prematuro de la placenta es a través de las ecografías. En ellas se trata de identificar posibles síntomas de calcificación y, además, es posible averiguar si el feto, por su tamaño, se esta desarrollando al ritmo adecuado. Así, en caso de que se detecte que la placenta ha envejecido de forma prematura, es posible que el médico que evalúe el caso recomiende a la futura mamá reposo, o incluso algún tratamiento que mejore que flujo sanguíneo que riega el órgano. Esto estimularía el desarrollo del bebé.
¿Cómo influye en el embarazo?
El envejecimiento de la placenta podría llegar a afectar al crecimiento del feto, ya que al no desempeñar las funciones para las que está programada, no le transmitiría al bebé el oxígeno y los nutrientes que precisa para crecer.
Antes de alarmarse, sin embargo, es importante tener algunas cosas en cuenta. Una de ellas es que existen diferentes grados de maduración de este órgano (I, II y II) y, además, que nuestra placente se encuentre en alguno de estos estados no quiere decir que no esté cumpliendo del todo con su función. Hay que recordar que, al fin y al cabo, que el envejecimiento de la placenta a lo largo de la gestación es su proceso natural. Así, podemos decir que una placenta ha envejecido de manera prematura si alcanza los grados II o lII antes de la semana 34 de embarazo.
Para prevenir posibles riesgos y consecuencias negativas en nuestra salud y la de nuestro bebé, es necesario que nos sometamos a un estricto control médico prenatal que nos permita saber cada poco tiempo en qué estado de desarrollo del bebé. Si, efectivamente, la placenta ha dejado de cumplir su función antes de lo debido, es posible que lo más recomendable sea inducir el parto, lo que nos permitiría evitar así que el bebé pueda sufrir algún daño. En cualquier caso, la solución más adecuada para cada caso dependerá de la evaluación de nuestro médico.
¿Cuáles son las posibles causas del envejecimiento de la placenta?
Algunos factores que podrían influir en el envejecimiento prematuro de la placenta son:
- El consumo de tabaco, que puede provocar la calcificación de este órgano.
- Enfermedades como la hipertensión o la diabetes.
- Enfermedades renales y vasculares
- El síndrome antifosfolipídico, que afecta al sistema inmunológico y que provoca que la madre genere anticuerpos que atacan a este órgano.
- Partos previos con cesárea.
Aunque estos pueden ser factores determinantes en la duración del ciclo de vida de la placenta, no es posible predecir si se va a dar el caso. Y a pesar de que algunos de estos casos son inevitables, sí es posible reducir las posibilidades de que nuestra placenta envejezca de forma prematura llevando un estilo de vida saludable y adquiriendo algunos hábitos útiles para cuidar de nuestra salud en el embarazo. Así, es recomendable cuidar de la alimentación y hacer un seguimiento prenatal estricto y constante de la gestación.
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