Steve Hanson, Jonny Biggins y Jason Bramley son tres padres de algo más de cuarenta años que, hace unos meses, decidieron buscar una forma muy llamativa de homenajear a las madres del mundo y, por supuesto, a sus mujeres. Querían comprenderlas, vivir en primera persona un embarazo para ser conscientes de los inconvenientes diarios a los que sus parejas se enfrentaban.
Sin pensárselo dos veces se enfundaron en un traje de algo más de 15 kilos de peso durante cerca de un mes y documentaron sus experiencias: ¿Qué se siente durmiendo, viajando, manteniendo la rutina o cuidando de la familia con un cambio físico tan importante?
Pronto llegó el malestar, los dolores de espalda y articulaciones. Sintieron en primera persona los cambios de humor fruto del cansancio, la incomodidad y, en ocasiones, el malestar físico.
Para Jason, uno de los papás, supuso además un esfuerzo adicional. Su mujer no vive actualmente en su misma ciudad por motivos de trabajo por lo que, durante buena parte del experimento, tuvo que enfrentarse a la complicada rutina de forma independiente, como lo haría cualquier madre soltera.
Steve y Jonny lo tuvieron algo más fácil ya que si contaron con el apoyo de sus familias, aunque en este caso las avergonzadas eran sus mujeres cuando ellos decidían vestir sus trajes en público.
Los tres padres “embarazados” también pasaron por una especie de simulación de parto en la que una máquina con electrodos buscó asemejar de alguna forma las sensaciones físicas más básicas que pueden darse en un proceso real.
Por supuesto, la realidad supera con mucho a esta experiencia ya que no sufrieron desajustes hormonales, inflamación de tobillos, sangrado, contracciones o la dureza de un parto real. Aún así, la prueba si alcanzó su propósito inicial: Consiguieron entender y empatizar mucho más con sus parejas. Se pusieron en su lugar y pudieron comprenderlas y ayudarlas de cara a futuros embarazos.
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