Ni figuritas de China o Japón ni vajillas de Limoges. La primera batalla de Pieter Stockmans fue superar el concepto tradicional de porcelana -fuera clichés- y abrir un mundo nuevo de expresión y objetos. Pero ahí no acaba todo. El diseñador belga crea significados con las formas que hablan de vivir de otra manera y exigen la atención a cada cosa. “La creación -dice- es el resultado de la actividad y no del pensamiento. Es la actividad la que genera las ideas: el automatismo con el que el granjero siembra sus campos o los monjes recitan sus mantras. Es una búsqueda de la simplicidad, la paz, y el bienestar físico”. Intimidad entre hombre y objeto. Diálogo.
¿Considera usted que el diseño belga vive hoy su gran momento?
Sí, es cierto. Existe una buena política de exportación de nuestros productos que corresponde con una oferta de calidad por nuestra parte. Además, tenemos la suerte de contar con el talento de muchos jóvenes diseñadores.
¿Cómo justifica este momento?
Tiene mucho que ver con la nueva educación de nuestros diseñadores industriales. Ahora hay dos grandes escuelas en Bélgica, como son la de Genk y la de Antwerp. Antes no había nada. No es una casualidad que en los últimos 20 años el 90% de los diseñadores haya salido de estas dos escuelas.
Hoy la calidad se entiende como ahorro de tiempo, duración, eficacia, velocidad. ¿Dónde quedan la poesía, la sorpresa y la gratuidad de la belleza?
Siguen aquí, porque muchos de los nuevos diseñadores producen sus objetos ellos mismos. Y todos esos aspectos vienen del contacto directo entre el diseñador y el objeto.
¿Cree que la fragilidad, la sutileza, la delicadeza, se están convirtiendo en necesidades apremiantes en la época actual?
Depende del producto al que te refieras. La fragilidad para un coche no es conveniente, por ejemplo. Pero en mis objetos es casi una necesidad, ya que también está ligada a la noción de calidad.
El diseñador Karim Rashid dice que un sacacorchos le fascina más que un cuadro de Manet, ¿está usted de acuerdo?
En mi situación personal, fabricar un nuevo vaso me supone más trabajo que dibujar un lienzo de cien metros cuadrados. Pero esto no tiene nada que ver con la calidad. La calidad es algo distinto que debe estar por todas partes. Y no se puede enfrentar dos objetos distintos para ver cuál es mejor y cuál es peor. Todos tienen sus limitaciones. Muchas personas piensan que si pueden dibujar un cuadro no tienen límites, pero el límite de cualquier cuadro es el ser humano en sí mismo.
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¿La modernidad es un asunto pendiente o una cuestión zanjada?
Todos vivimos hoy, recibimos influencias de hoy. ¿Es acaso moderno lo que hay hoy? No lo sé. Pero tampoco es posible hacer un producto eterno. Lo que sí es cierto es que si estás concentrado en la modernidad o la moda siempre cometes un error.
¿Piensa usted que a través del arte podríamos rediseñar el mundo?
No lo podemos saber, pero si lo hiciéramos bien creo que sí sería posible. Sin embargo, tengo la impresión de que hoy el beneficio financiero es más importante que las virtudes del objeto, y son esas virtudes las que, en definitiva, harían ganar algo a la comunidad.
Parece que hoy sensualidad y percepciones sensoriales estuviesen amortiguadas, ¿qué aporta su obra en este sentido?
En mi caso debo prestar mucha atención a la sensualidad, a las percepciones sensoriales. Estamos acostumbrados a ser brutales. Cogemos a una mujer, la llevamos a la cama, y ya está. Pero perdemos muchas cosas que no descubriremos hasta tomarnos un tiempo: querer a una persona, esperar un poco… Todo eso nos lleva a la experiencia. La gente se ha desvinculado de la experiencia, la ha sustituido por una especie de ansia por poseerlo todo, y eso agota los sentidos. Esto mismo puede aplicarse a un producto. Debes tomarte un tiempo antes de comprar un objeto. No es como necesitar una silla y comprarla el mismo día. ¿Dónde está entonces el deseo? La preparación de un viaje al otro lado del mundo es mejor que el propio viaje.
Sinceramente, ¿ha visto o ve usted comprometidos alguna vez su equilibrio y libertad de creador?
Nunca. La libertad y el equilibro son para mí el camino para crear, la única condición para ser creativo. Si no dispones de estos dos aspectos no es posible hacer un producto interesante.
El inconsciente aflora en cualquier trabajo creativo, ¿qué deja traslucir su obra?
No puedo decir exactamente qué porque es algo que no controlo. Es muy difícil explorarte a ti mismo. Pero el inconsciente es aquello que hace el trabajo de cada artista diferente. Nos ayuda a ser más nosotros mismos, nos lleva al objeto que sólo nosotros podemos hacer.
¿Un objeto encierra una promesa?
Sí, pero muchos de mis objetos tienen la misma promesa, y es esa promesa de tactilidad, fragilidad, vulnerabilidad. Intento dotar con mi cariño los materiales que uso, para que puedas sentir al tacto la piel de cada objeto.
¿Por qué se decidió por la cerámica?
No estaba muy contento con mis estudios de arte y entré en una fábrica de porcelana donde aprendí a trabajar con este material. Si hubiese ido a una fábrica de papel habría hecho libros muy buenos. Creo que no soy un ceramista en el sentido tradicional, la cerámica no es una necesidad para mí. Utilizo este material para expresarme, pero podría usar cualquier otro. Y quizás lo haga. Hasta ahora estoy muy contento con la porcelana, y mientras siga encontrando formas de expresión con ella seguiremos vinculados.
La suavidad de su porcelana indica que el tacto es un sentido esencial para usted, ¿es cierto?
Por supuesto. Como ya he dicho, el superlativo de los sentidos es nuestra piel, y también la piel de un material. Pero seguimos muy alejados de los materiales, de las texturas. Los niños ni siquiera saben si las patatas vienen de los árboles o si la pasta crece en una planta. La gente no sabe cuál es la esencia de un material y es por eso que intento crear esa relación entre la gente y los materiales. Como un vínculo. Es una parte fundamental en mi trabajo.
¿Existe hoy una elite más delicada y sensible capaz de valorar y comprar diseño?
Lo cierto es que me encuentro con situaciones límite. Hay gente que se marcha de aquí con lágrimas en los ojos, y otros que buscan rápidamente la salida porque no comprenden lo que hago. Quizás no tenga que ver con la educación, sino con la sensibilidad, y supongo que hay distintos tipos de sensibilidad para apreciar distintos tipos de trabajos.
¿Le queda a usted aún capacidad de asombro?
¿Como los niños? Creo que sí, y pienso que es cada vez más difícil. Y no sólo los artistas: todos debemos sorprendernos, asombrarnos. No hay que dejar la creatividad para los artistas. Todos, en nuestra profesión, debemos ser creativos. Y si no lo compartes es que no haces bien tu trabajo.
Escribe: Guillermo Reparaz.
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