La ciudad de las estrellas. La La Land (así, todo seguido, es el título que ha recibido en España) parece haber puesto de acuerdo de forma unánime a la crítica: a todo el mundo le fascina. La cinta acumula, de momento y a falta de conocer las películas aspirantes a los Oscar o a los BAFTA, 7 nominaciones a los Globos de Oro, y no parece que lo vaya a tener muy complicado para hacerse con, al menos 6 de ellas. Es en las categorías de Mejor película comedia o musical, Mejor director (Damien Chazelle), Mejor actriz de comedia o musical (Emma Stone), Mejor actor de comedia o musical (Ryan Gosling), Mejor banda sonora y Mejor canción original donde parte como favorita. Es en su séptima candidatura, a Mejor Guión, en la que más dudas hay, pero si lo lograra también, estaríamos hablando de la película más premiada en la historia de los Globos de Oro.
Y es que hasta el momento el récord lo tienen Alguien voló sobre el nido del cuco y El expreso de medianoche, con seis premios cada una, así que si llega a los 7 sería todo un hito en la historia del séptimo arte. Pero más allá de los récords que pueda lograr en la temporada de premios, hay veces que crítica y público no se ponen del todo de acuerdo, así que no tendría por qué ser un indicativo de que estemos ante una película que todo el mundo deba ver. Pero, lo cierto, es que La ciudad de las estrellas. La La Land sí es la película que debemos ver. Estos son, tan solo, cinco motivos.
1. El regreso del musical por la puerta grande
Las aportaciones del musical clásico al cine del S.XXI han sido escasísimas. Sí, hemos encontrado películas como Mamma Mía o Los Miserables, pero partían de unas canciones y una historia con el aval de su éxito sobre las tablas. El riesgo que ha corrido Damien Chazelle al hacer en La La Land un musical completamente original, ha sido tremendo, pero lejos de estrellarse el cineasta vuela con soltura sobre la ciudad de las estrellas y deja al público con ganas de cantar, de bailar y sobre todo de soñar a lo grande. Y lo cierto es que lo hace sin apelar solo al público que ama los musicales, ya que aquí todo funciona y es una de esas películas capaces de gustar a todo el mundo, independientemente de los gustos de cada uno.
Si no te gustó Chicago o Dreamgirls, no significa, en absoluto, que no te pueda encandilar este filme. Porque es una maravilla visual, vemos brillar a dos de los actores más seguidos del momento, las canciones son realmente buenas y cuenta una historia que invita a enamorarse de la vida. A ver quién se atreve a decir después de verla que los musicales ya no funcionan en el cine actual.
2. Damien Chazelle, un genio de 31 años
Si lograra ser nominado y llevarse el Oscar a Mejor director, Damien Chazelle lograría toda una hazaña: sería el cineasta más joven de la historia en conseguir este galardón. Hay que remontarse a 1931 hasta llegar a Norman Taurog, quien ostenta el récord actualmente al llevarse el premio con 32 años y 260 días por Skyppy. Teniendo en cuenta que Chazelle cumple esa misma edad el 19 de enero, lograría arrebatarle el puesto, ya que apenas habrían pasado cuatro semanas desde su cumpleaños.
Este dato puede parecer anecdótico, sí, pero también es buena prueba del innegable talento de este director que a pesar de su juventud (o tal vez por ella) conoce a la perfección el lenguaje del cine de nuestro tiempo pero es capaz de hablar también el de los grandes clásicos. Así en La La Land nos cuenta una historia actual y moderna pero mirando a clásicos a los que referencia en la película, como Rebelde sin causa, Cantando bajo la lluvia o Un americano en París o incluso La Bella Durmiente (ojo a ese baile de Mia y Sebastian en las estrellas). Y así ha logrado revitalizar (o revivir, directamente) un género que muchos daban por sentenciado en Hollywood. Porque si con Whiplash, su notable anterior película, también musical en muchos sentidos, consiguió llamar la atención de la Academia y llevarse tres Oscar, con La La Land parece que no se conformará con menos.
3. Ryan Gosling y Emma Stone: pura química
Esta es la tercera vez que participan en una película juntos. La química de estos dos actores es innegable y traspasa la pantalla. Pero si con Crazy Stupid Love nos parecieron extremadamente monos y con Gangster Squad nos dejaron con (muchas) ganas de más, este tándem parece jugar en otra liga en La La Land. En una mejor. Y más bonita. Y no solo por la química que desprenden sino porque bordan sus papeles haciendo que parezca fácil lo que no lo es.
Mia (Emma Stone) es una aspirante a actriz y Sebastian (Ryan Gosling) un músico de jazz. Ambos son guapos, divertidos, ingeniosos, encantadores, algo inseguros... Aparentemente, no parece un gran reto para un actor. Pero Ryan Gosling por ejemplo estuvo dando clases de piano tres meses para que todas las escenas en las que sale tocando fueran íntegramente rodadas por él. Añadamos a esto las clases de canto y de baile. De TODOS los bailes. Parece fácil porque lo hacen mientras sonríen, pero en absoluto lo es.
Y es que estamos acostumbrados a ver premiados actores y actrices con personajes extremos (ahí están los Oscar de Eddie Redmayne, Leonardo DiCaprio, Anne Hathaway o Matthiew McConaughey, por decir cuatro recientes) pero, ¿no parece más fácil bordarlo cuando eres tú, sin máscaras, el que tiene que hacer que todo funcione? Además, ninguno de los dos ha conseguido un Globo de Oro ni un Oscar hasta la fecha. ¿No sería maravilloso que lo lograran juntos?
Aunque ella no es la única que merece un Oscar, puede que en un par de meses haya salido de nuestra lista.
4. Mucho más que una película de amor
Muchos pensarán que La La Land es una película de amor. Pero no, o al menos no es únicamente una película sobre el amor entre Mia y Sebastian. Es más bien una carta de amor del propio Chazelle a Los Angeles, un lugar al que cada año viajan miles de personas decididas a cumplir sus sueños ("Ciudad de las estrellas, ¿estás brillando solo para mí?" cantan Gosling y Stone). Y en torno a eso, a lo que hacemos o dejamos de hacer por alcanzar nuestras metas va la película.
Es imposible no sentirse un poco identificado con las aspiraciones y decisiones que van tomando los dos protagonistas. Y ese alejamiento de la clásica historia romántica es otro de los logros del director, que consigue hacernos reflexionar con una sonrisa en la boca (y tal vez con algo de resignación) sobre todo aquello que vamos dejando atrás en nuestro camino por la vida.
5. Un festival para los oídos... Y para los ojos
La La Land es un musical original, pero sus canciones suenan a clásico casi al instante. Los números que lo acompañan recuerdan a grandes películas del género como West Side Story o Cantando bajo la lluvia, donde vemos desde coreografías de decenas de bailarines cantando al unísono a íntimos bailes entre los dos protagonistas. Pero todo con el hilo conductor de una banda sonora vibrante y pegadiza que hace que todo fluya con ritmo y de forma coherente. Y es, desde ya, una de nuestras BSO favoritas.
Pero además de ser un placer para los oídos, La La Land es una deliciosa sucesión de imágenes llenas de color y vida que recuerdan a esas grandes bolsas de chucherías llenas de color y felicidad que engullíamos en nuestra infancia. Uno no solo sale del cine queriendo bailar y cantar, sino que termina con un subidón de azúcar y deseando vivir en los escenarios llenos de magia que recorren Mia y Sebastian. O en una nube de gominola. Y si es posible, al ritmo de estas canciones.
En un mundo lleno de problemas y preocupaciones, no está nada mal no parar de sonreír durante dos horas. Los académicos y críticos suelen premiar los grandes dramas o biopics basados en personas extraordiarias. Pero esta vez, por una vez, ¿por qué no premiar que salgamos del cine con ganas de bailar en un arrebato de alegría y con una sonrisa de oreja a oreja? Eso bien vale unos Oscar. O, por qué no, 7 Globos de Oro.
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