I- ¿Pero por qué soy así?
La vida es demasiado corta: No tienes ganas de arrepentirte y quieres hacer todo en tiempo récord. Llenas tu agenda con numerosas y variadas actividades.
¡Cuidado! A fuerza de querer hacer y probarlo todo corres el riesgo de perderte el placer de experimentar. No podrás apreciar el valor de las actividades si te dedicas a acumularlas sin más. Algunas de ellas merecen que nos detengamos en ellas. Por querer ir demasiado deprisa, nos perdemos la vida en sí.
Tienes miedo de no hacer nada: Para ti, el no-movimiento es igual a la muerte, la nada. No entiendes a las personas que se levantan tarde, que holgazanean en una playa o peor... que se permiten una pequeña siesta. Crees que dormir o descansar es una pérdida de tiempo.
¡Cuidado! El cuerpo es una máquina que necesita ponerse en modo apagado de vez en cuando, a fin de recargar las pilas para volver a empezar de nuevo.
No sabes decir que no: Aceptas todo: trabajar día y noche para ayudar a un colega, hacer un Madrid-Barcelona ida y vuelta en el día para llevar el peluche de tu sobrino, participar en el triatlón de tu empresa aunque tengas 39ºC de fiebre, organizar a última hora la despedida de soltera de una amiga lejana...
¡Atención! Esta hiperactividad que te impones esconde otra cosa: el miedo a decepcionar y la necesidad de ser querida. Hace falta de que por fin te des cuenta de que no se consigue ni respeto ni el cariño diciendo siempre “sí”. Todo lo contrario. Cuanto más das la mano, más tienden los demás a cogerte el brazo y... ¡la cabeza!
Eres muy exigente contigo misma: Eres una luchadora, una ganadora y te persuades de que eres capaz de encargarte de todo. ¡No llegar sería sinónimo de fracaso personal! Entonces te sometes a un ritmo casi inhumano para probar que lo puedes hacer. ¡Cuidado! ¿A quién quieres demostrarle algo? ¿A ti o a los demás? Ser exigente con una misma es una bella demostración de fuerza de carácter, pero ser realista aún lo es más. El día en el que tu mente o tu cuerpo no puedan seguirte te decepcionarás tú misma.
Temes enfrentarte a ti misma: Corres a derecha, a izquierda, estás siempre al teléfono, vas a mil citas... ¡Tu frente podría llevar la señal “ocupada”! En medio de este torbellino de actividades, no tienes tiempo de preguntarte y reflexionar tus estados de ánimo y preocupaciones.
II- ¿Cómo dirigir mejor esta hiperactividad?
¡No queremos transformarte en un molusco pasivo! Ser activa está bien pero el adjetivo “hiper” que indica un exceso, tiene que ponerte en guardia.
Aprende a elegir: Querer hacer todo o probar todo hace que nos perdamos lo esencial. Para algunas elegir significa renunciar, pero es necesario repasar el significado real de este verbo. Elegir, también es seleccionar con cuidado y destacar la calidad más que la cantidad. Así, hay que repasar las prioridades y redactar una lista con las actividades que realmente son importantes. En resumen, relativizamos para actuar mejor.
Tomar conciencia de tus límites: Nadie es Superwoman con sus súper poderes. Pero por el contrario, tenemos muchas cualidades extra que tenemos que saber explotar y los puntos débiles que debemos respetar. Así que no puedes hacerlo todo. Reconocerlo es un primer paso muy importante, aprenderás a conocerte mejor para ser aún más eficaz, sin dispersarte, apreciando lo que eres realmente.
Escucha a tu cuerpo: Insomnios nocturnos y/o diurnos, dolor de espalda y/o vientre, una susceptibilidad exacerbada, palpitaciones, cambios de humor... Cuidado, tu cuerpo te habla y te envía señales que tienen que ponerte en guardia contra el agotamiento. No te hagas la sueca y levanta rápidamente el pie del acelerador y descansa un poco. Si no, corres el riesgo de pagar un alto precio: desmotivación, depresión, agotamiento, problemas cardíacos...
Saber decir que no: Dos letras que no son un taco y que pueden abrirte nuevas puertas: ¡las de la serenidad! ¿Tienes miedo a decepcionar, a ser rechazada si dices definitivamente NO? De esta forma podrás discernir mejor a las personas que te quieren realmente e infundirás más respeto. ¡Ya no necesitas ser “la chica que siempre dice sí”! No dudes en consultar a un terapeuta o a un psicólogo si sientes que el problema está más anclado.
Elogia la pereza: No hacer nada, vaguear o mirar tu sombra moverse... En definitiva, disfrutar de ver el tiempo pasar. ¿Esta inactividad te angustia? Comienza poco a poco, desconectando varias horas al día. Por la noche, el fin de semana: apaga el ordenador, los teléfonos móvil y fijo, la Blackberry... Rechaza de vez en cuando una invitación para pasar un rato con tu mejor amiga. Ve un poco más lejos ofreciéndose de tanto en cuanto un masaje relajante, un hammam, una sesión de relajación... Aprenderás así a canalizar mejor la energía desbordante. Verás, ¡terminarás por cogerle gusto!
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Ver también:
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