Cuando no descansamos lo suficiente y no le damos a nuestro cerebro las horas de sueño que necesita, nuestro organismo reacciona de dos formas. Primero, tu nariz entra en "hipervelocidad" en un intento de diferenciar entre los olores alimentarios y no alimentarios. Después, se produce un fallo en la comunicación con otras áreas del cerebro que gestionan las señales alimentarias.
"Cuando estamos privados de sueño, estas áreas cerebrales pueden no estar recibiendo suficiente información, y por lo tanto intentamos compensar eligiendo alimentos que generan una señal de energía más fuerte, como los denominados comida basura", comenta Thorsten Kahnt, profesor de neurología en la Universidad de Northwestern.
Esto explica por qué cuando salimos el día anterior y dormimos poco, o simplemente pasamos una mala noche por el motivo que sea, al día siguiente nuestro cuerpo parece pedirnos ultraprocesados y comida basura con más fuerza que nunca.
Sin embargo, no todo está perdido. Al final ese "antojo" es pasajero, y si somos capaces de tener la fuerza de voluntad suficiente para ignorarlo y alimentarnos con comioda real y alimentos de buena calidad, nuestro cuerpo nos lo agradecerá.
Independientemente a esto, lo importante es mantener siempre una relación sana con la comida, y ser conscientes de que siempre y cuando la ingesta de este tipo de comida basura sea algo muy puntual, no hay que castigarse por ello ni sentirse culpable. Igual que comer una ensalada un día no va a hacer que tu salud y composición corporal cambien si la tónica en tu alimentación son los ultraprocesados, comer un día una hamburguesa no va a repercutir en tu salud si el 90% del tiempo tu dieta está basada en alimentos reales, verduras, frutas y proteínas de grasas de buena calidad.
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