El amor propio es un aspecto clave para el bienestar general, por lo que es esencial desarrollar una relación positiva con uno mismo . En los últimos tiempos, el método conocido como la escalera de la autoestima ha adquirido relevancia como una vía para abordar esta faceta tan íntima que consiste en aprender a apreciarnos por lo que somos y por lo que no. A continuación, te explicaremos cómo puedes incorporar esta técnica en tu vida para cuidar tu salud emocional.
La escalera de la autoestima es un enfoque metodológico de sucesión de peldaños, cada uno asociado a un elemento específico del autoconcepto que se debe cultivar con el propósito de reforzar o preservar la autopercepción positiva.
Dicha estructura escalonada representa que el sendero hacia una valoración personal saludable no es lineal, pero sí en ascenso, conformado por una serie de estaciones a las que se debe arribar paso a paso. Actúa como un recordatorio para ser compasiva con tu propio progreso, aun si permaneces más tiempo de lo normal en un mismo peldaño o incluso desciendas algunos para luego ascender con más ímpetu. Los peldaños que conforman esta escalera de la autoestima son seis:
Conocimiento propio
El primer nivel es una entrada a tu mundo íntimo. Este tiempo se dedica a la introspección para descubrir tus desagrados, preferencias, temores, aspiraciones, habilidades y demás elementos que te definen como lo que eres. El objetivo no es elaborar un listado de tus rasgos para emplearlo como carta de presentación, sino para saber con nitidez qué aspectos propios son funcionales y así cultivarlos, y cuáles no lo son para trabajarlos y mejorarlos.
Cuidado propio
Preservar un estado óptimo es esencial para una vida de calidad duradera. Atender a tu mente, cuerpo y espíritu será tu foco principal al alcanzar el segundo peldaño de la escalera del aprecio personal. Esta faceta no se manifiesta de la misma manera para todos. Quizás para ti implique reunirte con tus mejores amigas semanalmente, practicar yoga con regularidad, compartir momentos con tus seres queridos o caminar por el parque. Sólo tú sabrás qué necesitas para sentirte plena.
Aceptación propia
En nosotros mismos existen facetas, tanto positivas como negativas, que resultarán inmutables o requerirán un arduo esfuerzo para modificarse, logrando quizás solo una transformación parcial. Para que esto no afecte la propia valoración, se debe de practicar la aceptación propia. Esto implica aprender a validar nuestras fortalezas y debilidades con objetividad; es decir, sin condenarse al fracaso absoluto y sin creer estar en las grandes alturas.
Respeto propio
Una vez que te has reconocido a ti misma, puedes escalar a este peldaño y permitir que otros conozcan tu esencia. Para erigir cimientos sólidos que afirmen quién eres en este trayecto, debes honrar cada faceta tuya, desde tus propios actos hasta la manera en que consientes que otros te traten. Las claves para superar este paso son la coherencia para demostrar que eres lo que afirmas ser ante los demás, y la asertividad para comunicar con claridad lo que buscas de los que te rodean.
Autoeficacia
Para aceptar algo como una realidad, el cerebro requiere evidencias a las que pueda referirse cuando deba corroborar que eres apta para determinada tarea. Afortunadamente, le bastan tanto las pequeñas como las grandes demostraciones, así que, perseverando en el sendero de la compasión, valora tanto grandes como pequeños logros.
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Independencia
Esta autonomía presenta una dualidad: por un lado, te otorga plena libertad para conducirte según tu propio criterio; pero, por otro lado, te convierte en la única responsable de la totalidad de tus actos. Cuando nos referimos a dicha independencia, hablamos de la capacidad de ejercer esta condición con responsabilidad frente a tus valores y los de la sociedad en conjunto. Es decir, debes de llevar a cabo tus actividades con esmero e intención de sanar tu propia existencia.