“Mi hija se pone muy nerviosa con los exámenes, se angustia muchísimo, a veces ni come”, “mi hijo se está enfermando con tantos deberes, no le da tiempo de ni de terminarlos a veces y se exigen un montón”, “mi hija está obsesionada y creo que ahora ha tirado la toalla, está desanimada”. Esas son algunas de las quejas más comunes que traen los padres y madres a la consulta, preocupados y muchas veces ellos mismos angustiados por no saber cómo delimitar o manejar el volumen de deberes y actividades que tienen que hacer sus hijos e hijas en casa, después de pasar 7 u 8 horas en el instituto (igual o mayor del que podemos pasar muchos de los adultos trabajando).
Los chicos se desbordan con los deberes, con las actividades y con todas las exigencias que deben gestionar por ello, la reacción frente a esto suele ser ansiedad (por querer cumplir con todo y sentir que se no se profundiza en nada) o abandono (disminuir expectativas de logro, abandonar calidad de los deberes).
El ritmo de los deberes es el ritmo de nuestro tiempo actual y de nuestra sociedad contemporánea, y esto no es precisamente el ritmo ideal de vida, y mucho menos, el ambiente propicio para aprender. En la escuela el tiempo está fragmentado y cuantificado, igual que el saber, logrando con esto un conocimiento superficial de las cosas y fácilmente olvidable (porque es poco significativo). Tenemos la idea de que todo debe ser más rápido y mientras más contenido se haya alcanzado en menor tiempo, mejor; pero la vida y el aprendizaje tiene su tiempo y la cantidad no es igual a calidad, definitivamente.
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¿Qué es la educación lenta?
En los últimos años ha surgido un nuevo paradigma de educación que busca hacer énfasis en los procesos (sin descuidar los resultados). La llamada “educación lenta” (propuesta que comenzó Joan Domenech Francesch en 2002) no pretende hacer las cosas más despacio porque sí, sino saber encontrar el tiempo justo para cada cual y para cada actividad. Educar con lentitud significa respetar no solo el ritmo de cada joven sino el ritmo de cada proceso de aprendizaje: hay contenidos que implican tiempos más cortos o más largos para ser procesados. La clave está en procesar, digerir; como si fuese alimentos. Y es que los contenidos tienen que ser digeridos por la mente para ser realmente aprendidos.
Nuestra sociedad está impregnada de una velocidad que no nos deja saborear el sentido de las cosas y disfrutar; por esa razón, siempre nos quejamos del tiempo y del poco espacio que tenemos para nosotros hasta el punto que para muchos implica cuestionar el sentido de lo que hacen. Y esta sensación de desasosiego y de preguntarse "¿para qué todo esto?" la tienen muchos de nuestros jóvenes frente a lo que hacen en el instituto y en casa. ¿Para qué tengo que aprender / memorizar todo esto? ¿Para qué miles de exámenes y miles de deberes después de 8 horas de trabajo en clase?
No podemos permitir que el tiempo domine nuestras vidas. El primer paso puede ser dejar de valorar las cosas por el tiempo que le dedicamos, en vez de por la calidad. Darle valor al proceso más que a la cualificación (las calificaciones, la cantidad de horas de estudio, el número de contenido visto). Esto es muy difícil en una sociedad y una escuela que cuantifica todo. Pero debemos hacer un esfuerzo para tratar de equilibrar la exigencia de “cuanto más mejor” (que no es del todo real) con “profundo es mejor aunque sea menos”. Debemos promover la profundidad de los conocimientos y el valor de los procesos. Se trata de resistirse a "una concepción cuantitativa y mercantilista de la educación en la que mucho y rápido son sinónimos de mejor, cuando lo que nos ofrece es superficialidad y aprendizaje efímero", nos dice Domenech y continua: "concepción que produce una asociación tóxica entre estudiar-memorizar y luego estudiar - ansiedad, en vez de una asociación más creativa y productiva entre estudiar – conocer, y por lo tanto, conocer – disfrutar. Es enseñar a vivir mejor".
Principios para la educación lenta
A continuación enumero alguno de los principios que Joan Domènech considera importantes para la educación lenta y que podemos tratar de adaptarlo a cómo ayudar a nuestros hijos a hacer los deberes, pautas que podrían resultar claves a la hora de exigir cambios en nuestro sistema educativo:
1. La educación es una actividad lenta.
2. Las actividades educativas tienen que definir el tiempo necesario para ser realizadas y no al revés.
3. En educación, menos es más.
4. La educación es un proceso cualitativo más que cuantitativo.
5. El tiempo educativo es global y está interrelacionado: aprendemos no solo con lo que vemos en la escuela, también con lo que vemos en los museos, en los viajes, en nuestra hogar, etc...
6. Cada joven necesita un tiempo específico para aprender y es necesario adaptarse a él; forzar produce ansiedad y frustración.
7. Cada aprendizaje tiene que realizarse en el momento oportuno.
8. La educación necesita tiempo sin tiempo.
9. Hay que devolver tiempo a la infancia.
10. Tenemos que repensar el tiempo de las relaciones entre persones adultas y niños.
11. El tiempo de los educadores se tiene que redefinir.
12. La escuela tiene que educar el tiempo y otras estrategias para educar y que priorice los procesos y las inteligencias múltiples.
Contenido elaborado en colaboración con la psicóloga Cristina De Almeida, de eSaludMental.com
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